NOTICIAS

La sonrisa de Eliud. La resignación de Kenenisa

Segundo envite de los World Marathon Majors otoñales, tras la barbaridad de Berlín. Después de contemplar la gesta de Dennis Kimetto, primer ser humano capaz de traspasar la descomunal barrera de las dos horas y tres minutos, Chicago aguardaba con paciencia su turno para sembrar de tempestades el asfalto. La fastuosa urbe del estado de Illinois, «La Ciudad de los Vientos», acogía con los brazos abiertos un despampanante ejército de atletas en busca y captura del brillante 2h03:45 que el propio Kimetto realizara hace ahora 364 días.

La milicia de este 12 de octubre era comandada por dos intérpretes de un valor casi incalculable en el mundo atlético actual. Eliud Kipchoge, brillante sexto «all-time», con su estratosférico 2h04:05 de Berlín ’13, ya anunciaba desafiante en la previa, desde su habitual singularidad, que el récord de la prueba era su objetivo. Sin embargo, la empresa se antojaba, cuanto menos, porfiada. En la otra esquina del cuadrilátero, la imponente presencia de un genio de épica magnitud: Kenenisa Bekele.

Junto a una pléyade de brillantes contendientes, y con una carrera femenina de un valor gigantesco, las dimensiones de la carrera se antojaban muy cercanas a la antología. La realidad superó en este caso, con creces, todas las hechuras imaginables. El golpetazo sobre la mesa resonó con eco desde Chicago a lo largo y ancho de todo el planeta, removiendo los cimientos del universo maratoniano. Y esta vez, a Bekele se le hizo de noche.

El muro de contención creado por las tres ‘liebres’ que comandaban el plantel cabecero desde el inicio proporcionaba reparo a Kenenisa Bekele, engullido por el grupo, y sin asomar en ningún momento por las primeras posiciones. Kipchoge, atento y tranquilo, como ya es costumbre, de apariencia sosegada y casi flemática, oteaba desde los puestos delanteros acerca del trabajo de Tariku, Kirui y Ghebreslassie. Los primeros parciales cantaban cifras de escándalo. Primera milla en 4:34 (ritmo de 2:50 el kilómetro), catorce segundos más rápido que el parcial de Kimetto el pasado año.

Grupo numeroso, de doce unidades contando las ‘liebres’, y Feyisa Lilesa perdiendo su sempiterna condición de ‘front runner’, superado por la salvaje cadencia. La primera referencia válida, aunque siempre relativamente temprana, el paso por los cinco kilómetros, 14:43. Todos los favoritos inmersos en el grupo. Lo esperado. Kipchoge, Bekele, Tola, Kitwara, Chumba, Koech, Korir y Lilesa. Por añadidura, un invitado inesperado, el kenyano Lani Rutto, un atleta de 2h10:01 (Frankfurt ’13) con el que nadie contaba.

Las condiciones atmosféricas hacían presagiar una carrera ciertamente cómoda. Temperaturas entre 7 y 10 grados, y en torno a 70% de humedad relativa. Perfecto, en teoría. Viento racheado, pero no excesivamente poderoso. El paso por los 5 kilómetros en la carrera femenina (17:12) revelaba el primer punto de sorpresa del día. La local Amy Hastings cabalgaba ya con una ventaja de tres o cuatro segundos sobre la tropa de etíopes y kenianas. Habría tiempo de que las tornas cambiaran.

Curiosa la imagen en el avituallamiento del décimo kilómetro. Tariku Bekele, pasándose de frenada, estaba a punto de perder su botella, viéndose obligado a frenar bruscamente. A ritmos de 2:50/km, la situación se torna suicida. Paso en 29:30, y el sorprendente Lani Rutto comanda el escuadrón. Kimetto pasaba en 2013 en 29:23. Hace dos semanas en Berlín, en 29:24. Mientras Hastings seguía aumentando la diferencia con Jeptoo, Kiplagat, Burka, y Mare y Birhane Dibaba, el primero en abandonar la pretensión de un soberbio 2h04 (proyección a esas alturas) era el vencedor de Boston ’12, Wesley Korir. En cuestión de cinco kilómetros, en el parcial del 15 al 20, perdía más de dos minutos con la cabeza. Sin contar en demasía desde el inicio, se convertía en una opción menos.

Con Lilesa cediendo un metro constantemente, y el resto del grupo unido y compacto, el decimoquinto kilómetro transmitía sensaciones de calma. La calma anterior a la tormenta. Calma tensa. Y en esa calma, se empieza a adivinar una figura implacable. Eliud Kipchoge lo amasa. Se lo piensa. Bekele sigue sin aparecer. Y esto no es París.

Media maratón. Primera referencia seria. Se hablaba los días previos de que la consigna para las ‘liebres’ era un salvaje 61:40. En el récord de Kimetto en Berlín, la cabeza pasaba en 61:45. En este punto se despedía tímidamente el hermano de Kenenisa, que no paró de fijarse en su mano durante su hora larga de trabajo. En ella llevaba apuntados los tiempos de paso requeridos. Al frente quedaban, a partir de aquí, los dos bisoños ‘pacemakers’ de la cuadra de Hermens, enjuto Ghirmay Ghebreslassie, y descorazonado Geoffrey Kirui. Su semblante se tornaba agónico en muchos momentos. La desorbitada cadencia se encargaba de complicárselo aún más. Sin embargo, el ritmo es lento, entrecomillado. Casi medio minuto por encima de lo convenido. Un paso en 62:11 que ponía en evidencia la dificultad extrema de atacar el registro de Kimetto el pasado año. El paso de las chicas proyectaba un posible 2h25 (1h12:35). Hastings perdía comba, y las cinco africanas fijaban su posición en el horizonte.

Al paso por el ecuador de la prueba, la valoración resulta, cuanto menos, si no esencial o definitiva, sí clarificadora. Sensaciones contradictorias las transmitidas por Bekele durante toda la carrera. Agazapado, sin querer (o poder) asomar, pero disfrazado con su correr elegante, circular, majestuoso. «La Zancada». Zancada que, viéndolo en perspectiva, quizá represente más efectismo que efectividad en la ruta. Cada vez, más incrustado en la oquedad de la grupeta. Mientras al llegar al vigesimoquinto kilómetro femenino, la debutante Gelete Burka ya se ha caído de la cabeza, convirtiendo la prueba en una contienda a cuatro bandas, los hombres llegan al 30 en el momento en el que desaparece Kirui. El paso, en 1h28:36, y comandando el atrevido Rutto, que está haciendo la carrera de su vida. En ese momento, la proyección sitúa la marca ligeramente por debajo de las 2 horas y 5 minutos. Mucho peor de lo esperado. Más de un minuto de retraso con respecto al récord de la prueba.

Y llega ese momento del maratón en el que siempre algo ocurre. Como una ancestral ceremonia, una imagen de impacto sobrevuela la conciencia de todo aquel que disfruta con el atletismo asfaltero. Una imagen que, por insólita, se convierte casi en grotesca. Kilómetro 33. Bekele pierde pie. Se descuelga. No puede. Kipchoge lo ve. Kitwara lo adivina. Y unidos a Chumba, no pierden la oportunidad. Eliud y Sammy se encienden. La carrera estalla y se rompe en mil pedazos. Carnicería. Como ver caer un símbolo. Lo imposible, por impensable, a veces ocurre. Y en maratón, con más razón. La tan citada idiosincrasia de una prueba tan singular, ofrece en ocasiones estas percepciones. «No tuve problemas físicos, como en París. Simplemente, no podía. Cuando lo intentaba, mi cuerpo no reaccionada. No podía seguirlos». La resignación de Kenenisa.

Al kilómetro 35 se llegaba con 1h43:21. El trío de cabeza, con Kitwara y Kipchoge desatados, y Chumba, que parecía perder el paso por momentos, comienza a martillear con estrépito. Ya son 11 segundos sobre Koech, y 13 sobre Bekele. 14:31 para el parcial del 35 al 40 (más rápido aún que el 14:36 anterior, y el más rápido de la carrera), y se desencadena la tormenta. Kipchoge entra en acción. Y demuestra por qué es uno de los maratonianos del momento. Su adaptación al asfalto revela la extraordinaria capacidad de este atleta de tan sólo 29 años. El ‘hachazo’ es monumental. Kitwara y Chumba ni imaginan esa capacidad. Sólo pueden aplaudir y pelear por los dos escalones restantes. A partir de ese momento, una de las imágenes del año. Se sabía ganador. «Fue una pequeña sonrisa. Sonreí para disfrutar de las calles de Chicago. Disfruté de la carrera de principio a fin. Todo salió bien». Fortísimo. Espectacular. La sonrisa de Eliud.

2 horas, 4 minutos y 11 segundos. Eliud Kipchoge. Tras haber vencido en su debut maratoniano en Hamburgo (2h05:30), haber sido testigo privilegiado y magnífico de la legendaria cabalgada de Kipsang en Berlín (2h04:05), e imponer su ley en el desapacible vendaval de Rotterdam (2h05:00), su impresionante final de carrera en Chicago lo consagra como uno de los más asombrosos atletas de la actualidad. Finalizando con una portentosa sobriedad, y destilando alegría tras cruzar la meta. El premio a un trabajo sensacional.

Segundo, un destacadísimo Sammy Kitwara. Se convierte en protagonista de un curioso hecho: se trata del maratoniano más rápido de siempre (2h04:28, marca personal) que jamás haya vencido un maratón (en cinco participaciones en la distancia). Cuanto menos, llamativo. Su sello de identidad, su impactante regularidad. Cuarto en Chicago ’12, tercero en Rotterdam ’13, Chicago ’13 y Tokyo ’14, y segundo en Chicago ’14.

Y para completar el éxito keniano, Dickson Chumba era tercero con 2h04:32, asestando un golpe mortífero, de más de un minuto, a su mejor registro personal. Fantástica su progresión.
Tres sub 2h04:35. Prodigioso.PARCIALES DE KIPCHOGE:

  • Cada 5k: 14:44 / 14:46 / 14:46 / 14:46 / 14:40 / 15:04 / 14:36 / 14:31 / 6:08
  • Cada 10k: 29:30 / 29:32 / 29:44 / 29:07 / 6:08

Brutal igualmente el desenlace femenino. Rita Jeptoo lo lograba de nuevo. 2h24:35 y victoria sobre las World Marathon Majors, que le reportará cerca de 500.000 dólares como premio. Ha vencido los cuatro último maratones que ha disputado (las dos últimas ediciones de Boston y de Chicago), convirtiéndose en la única atleta en la historia (hombre o mujer) que consigue ganar cuatro ‘Majors’. De leyenda.

Mare Dibaba entraba en segundo lugar (2h25:37), mientras que Florence Kiplagat era tercera (2h25:57). La estadounidense Amy Hastings, tras una carrera enormemente meritoria y valiente, finalizaba en quinto lugar (2h27:03), en dura pugna con Birhane Dibaba (2h27:02).

Y retomando la carrera masculina, con Lilesa y Tola incapaces de concluir la prueba, Bernard Koech era quinto con 2h08:30. Se hundió a partir del kilómetro 35 (16:39 del 35 al 40). Sexto concluía el joven Ghebreslassie, contratado como ‘liebre’, pero que no tuvo reparos en finalizar su primer maratón con un más que respetable 2h09:08. En séptimo lugar, el sorprendente Lani Rutto (muy tocado al final, eso sí, en 2h10:42).

Y por último, la mayor cruz. El más importante envés de esta historia… Kenenisa Bekele. Un amargo cuarto puesto para el genio de Bekoji. 2h05:51. Entrando en detalles, la marca puede considerarse fantástica. En esta locura permanente, a nivel de cronómetro, en la que se ha instalado definitivamente el maratón mundial, no deja de mostrarse irracional e incluso falto de ética y casi de respeto pretender un récord del mundo cada domingo. La expectativa, por la entidad de los protagonistas, y por las hechuras de un maratón realmente poderoso, tanto a nivel económico como a nivel de estructura y posibilidades del circuito, era inmensa. Lógico y normal. Pero engañarse de manera perpetua, exigiendo constantes registros de otro mundo, sólo puede conducir a crueles frustraciones. Bekele manifestó de todas formas su decepción, cariacontecido, preguntándose acerca de su preparación («Tengo que analizar cuidadosamente mi entrenamiento, y pensar en ello cuando vuelva a casa. Tal vez algo no va bien»).

Sin embargo, y pese a la expectación que levantó su presumible estado de forma previo, y la configuración de una carrera que prometía luces de otros colores para el campeonísimo etíope, enarbolamos que su resultado de hoy no puede considerarse un rotundo fracaso. Dos maratones por debajo de 2h06 (con una victoria y un cuarto lugar) no debe entenderse como un dato realmente preocupante, ni muchísimo menos. Si afina, puede ser imparable de cara a 2015 y a los Juegos de Río, sabiendo obviamente la calidad que atesora. Conjeturas. De momento, tendrá que esperar. Veremos qué decide con vistas al próximo año. Como ocurriera en aquel lejano 2003, en la preciosa París, Kipchoge ha vuelto a ganarle la partida. No se quedará de brazos cruzados. No va con él. Nos aventuramos a asegurarlo.

Scroll al inicio