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Salto a la historia

El salto de altura está viviendo una de sus épocas más apasionantes desde que el atletismo es atletismo. La evolución de esta disciplina ha quedado marcada por varios momentos a lo largo de la historia, que han decantado de forma súbita el devenir de una prueba tremendamente técnica. Desde la revolución que supuso la novedad implantada por Fosbury, a raíz de su genialidad, cambiando mediante un golpe de mano legendario el futuro de la disciplina, hemos vivido, especialmente, dos épocas en las que el devenir del salto de altura, a nivel histórico, se ha tambaleado desde sus mismos cimientos.

En primer lugar, la irrupción del cubano Javier Sotomayor, principal exponente de la excelencia en el salto, tanto del talento desmedido como del trabajo extenuante. Sus registros quedaron casi perpetuados a raíz de sendas plusmarcas mundiales, tanto en pista cubierta como al aire libre. En su mejor momento indoor, el de Matanzas conseguía un 2.43m al que solamente el alemán Carlo Thränhardt había podido acercarse, con su estratosférico 2.42m, altura que conseguía saltar en enero de 1987 en Berlín, algo más de un año antes de que Sotomayor volara un centímetro por encima.

Ya al aire libre, la plusmarca mundial había ido creciendo de forma moderada y paulatina desde la implantación casi absoluta del ‘Fosbury Flop’, apenas centímetro a centímetro, en una batalla en la que el soviético Rudolf Povartnitsyn fue el primer hombre capaz de sortear la descomunal barrera de los 2 metros y 40 centímetros en 1985. Su compatriota Igor Paklin, apenas un mes después, así como el sueco Patrik Sjöberg, elevarían el listón a las subsiguientes marcas (2.41m y 2.42m) antes de que se produjera la explosión del genio cubano, que quedaría señalado por la historia con su 2.45m de Salamanca, en 1993, tras haber superado previamente el listón sobre 2.43m (curiosamente, también en la capital charra) en 1988, y un año después elevarse sobre 2.44m en San Juan de Puerto Rico.

Y en segundo lugar, los dos últimos años. Si bien es cierto que, a diferencia de la época de Sotomayor, donde el cubano consiguiera con su talento acaparar los flashes de la especialidad, salto a salto, ha existido un claro impasse temporal durante casi, sin exagerar, las dos últimas décadas. Desde que Sotomayor volara sobre 2.40m por última vez en 1995, hasta el pasado año 2013, solamente el ruso Vyacheslav Voronin había asomado, en 2000, sobre dicha barrera. El relevo existía, pero no parecía demostrar el suficiente empuje para poner en aprietos los registros de la joya caribeña.

Hasta que en el año 2013, un nutrido grupo de saltadores volaba en pedazos el hermetismo más contemporáneo de la disciplina, en lo que a marcas se refiere.

El ruso Ivan Ukhov y el qatarí Mutaz Essa Barshim ya habían logrado acercarse peligrosamente a esos 2.40m durante el año anterior, compartiendo mejor marca mundial (2.39m). El primero, vencía con soltura en los Juegos Olímpicos de Londres, con un margen de 5 centímetros sobre el estadounidense Erik Kynard, pero sin conseguir superar los 2.40m.

En 2013, las tornas experimentan un giro de ciento ochenta grados. Ukhov, nacido en 1986, tras su esperpéntico y ya olvidado incidente en Lausana en 2008, se postulaba como una fuerza de la naturaleza en alza, pero no reafirmaba su enorme capacidad de impulso y su descomunal potencia, quedándose a las puertas de las medallas en el Mundial de Moscú, y alternando actuaciones esperanzadoras, con batacazos serios. Irregularidad por bandera, en muchas ocasiones.

Barshim, por su parte, se convierte en paradigma de la evolución atlética en su máximo esplendor, culminando su cabalgada hacia la élite máxima con su extraordinaria victoria en el Mundial de pista cubierta de Sopot, ya en este 2014. El qatarí, que el día 24 de este mes cumplirá 23 años, ya es una firme realidad, por si a alguien le quedaban dudas. Quizá, de hecho, la más talentosa realidad de este salto de altura actual. Su arqueo sobre el listón está empezando a alcanzar cotas de belleza inverosímiles. Extraordinario su salto cualitativo en los últimos meses, especialmente a tenor de su juventud. La magnificencia plástica de sus cualidades físicas y técnicas lo convierten en un saltador de tremendo atractivo para el espectador no iniciado. 

Bohdan Bondarenko. El ucraniano, camino de los 25 años, representa ese cierto halo de genialidad, quizá olvidada, en el mundo atlético. Su aparente frialdad y lejanía contrasta con una sensación, en ocasiones, de solvencia desmesurada. Un atleta que salta muy pocas veces en competición, eligiendo de manera casi distinguida (y en ocasiones arriesgada) sus alturas, pero que aparenta unas condiciones que, a niveles generales, manifiestan cierta aureola de somera superioridad sobre sus rivales. Es, posiblemente (y sin descartar esta afirmación como un parecer exclusivamente subjetivo) el saltador con más condiciones actualmente. Quizá el más capacitado. Pero resulta paradójico que quizá no el mejor.

Si el gran triunfador del invierno fue Barshim, al culminarlo con su victoria en Sopot, fue Ukhov el que se llevó el gato al agua en lo que a marcas se refiere, con la amargura de no poder certificarlo en el Ergo Arena aquel ya lejano 9 de marzo. Tres saltos sobre 2.38m, y tres franqueos por encima de 2.40m (2.40m, 2.41m y 2.42m). Otro ruso, Aleksey Dmitrik, era el único capaz de saltar también 2.40m en Arnstadt, el mismo día que Ukhov. De los diez mejores registros del invierno, ocho son del vigente campeón olímpico.

Y ya al aire libre, continúa lo bueno. Nos vamos en busca de la excelencia. En Doha, patria del más joven de los aspirantes al trono, el 9 de mayo, primer escollo de la Diamond League, constituía el primer cara a cara entre Ukhov y Barshim, y el primer salto por encima de 2.40m del año al aire libre. Enorme concurso, donde el ruso podía con 2.41m a la primera. Un Barshim con indecisiones en aspectos técnicos cedía el segundo lugar a un sensacional Derek Drouin, que pudo con 2.37m. El canadiense ya había saltado 2.40m en Des Moines en abril, uniéndose al selecto club que ha conseguido, hasta la fecha, superar esa barrera. Drouin se convertía en el undécimo en lograrlo. Incluso Kynard, tercero ese día, superaba al qatarí (también 2.37m).

Apenas dos días después, Bondarenko vs. Ukhov en Tokyo. 2.40m para el ucraniano, 2.34m para el ruso. Un salto más por encima de 2.40m.

Y ya en junio, el día 5, la explosión definitiva de un Barshim en erupción. Cambios en su carrera de aproximación, y el resultado, descomunal: en un concurso casi inmaculado (excepto un fallo sobre un teóricamente cómodo 2.28m), 2.41m a la primera. Marca personal, líder del año y récord de Asia. Candidatura más que presentada.

Bondarenko, con sólo tres saltos durante el concurso, era incapaz de solventar una complicada papeleta sobre 2.43m, en su afán por intentar muy pocas alturas. Y un triste Ukhov se quedaba en 2.28m, anulado sobre tres intentos, para asombro general, en 2.34m.

Tres días después, reedición del enfrentamiento directo entre Bondarenko y Ukhov, esta vez en Marrakech. El ruso obtenía un discreto 2.33m, elevándose el ucraniano sobre 2.39m.

Hasta que el pasado día 14, el coqueto Icahn Stadium de Nueva York se convertía en escenario privilegiado de uno de los más bellos concursos de altura que se hayan visto jamás. Sin duda, nos atrevemos a decir que el mejor concurso de altura de todos los tiempos. Nunca se había visto que dos contendientes superasen el listón en 2.40m en una misma competición. Sólo faltó la guinda. Pasen y vean (y sobre todo, disfruten):

Con dos estilos bien diferenciados, tanto en lo que se refiere a la metodología del salto, como a la manera de encarar el concurso, Bondarenko y Barshim nos brindaron una competición, casi a tumba abierta, verdaderamente sublime.

Si Barshim iba intentando franquear altura por altura (2.20m, 2.25m, 2.29m y 2.32m a la primera), Bondarenko se plantaba en 2.40m habiendo saltado solamente dos veces (2.25m y 2.35m), con esa querencia de apostar por concursos cortos, y enfocados en alturas ya muy considerables. El primer momento realmente crítico del qatarí, sobre 2.35m, se resolvería a la tercera, consiguiendo sobrepasar a la primera los 2.38m. Ya sobre 2.40m, a la segunda ambos. Y sobre 2.42m, los dos al primer intento. Plusmarcas continentales, en los dos casos (en el caso de Bondarenko, igualando a Sjöberg).

Viendo Barshim que su rival desplegaba sus alas, despojándose de toda presión (dentro de lo posible) con el objetivo del récord mundial, optó por desechar su primer nulo sobre 2.44m, e intentar el más difícil todavía. No se había quedado lejos, pero el todo o nada iba a ser sobre 2.46m. Barshim con dos tentativas, Bondarenko con tres.

La concentración máxima del joven árabe, de afilada fisonomía y espídicos movimientos faciales en espera de tomar carrera, contrastaba con el rostro en ocasiones desorbitado del ucranio. Barshim no podía con el listón. No era por mucho. Mostrando excéntricas pautas en ocasiones, Bondarenko, solicitaba silencio en su primer intento, dedo índice sobre los labios de forma repetida. Más lejos que su rival en la tentativa, a la segunda pediría todo lo contrario al público, en búsqueda y captura de las sensaciones que le permitieran encarar una altura que parecía más abarcable para Barshim, a tenor de lo visto hasta aquel momento.

La despedida de Mutaz se correspondía con un salto armado de valor y entrañas, pero ligeramente más lejano del récord que el anterior. Bondarenko se alzaba con el cetro neoyorquino, pero le quedaban dos intentos para adelantar por la izquierda a la efigie de Sotomayor.

El penúltimo, todavía más lejano. El último, sin ni siquiera intentar el salto.

La conclusión de tan soberbia competición arroja varios puntos muy significativos. En primer lugar, la tremenda evolución de Barshim. El qatarí se sitúa en el cuarto escalón histórico, ya con tres saltos por encima de 2.40m. Pero especialmente, revelando una percepción de crédito de la que no había conseguido apoderarse hasta ahora. Como comentamos antes, su arqueo sobre el listón, su sublime plasticidad en el aire, evocan una magnitud que no se le había visto hasta este momento. Se había dejado entrever constantemente su desmesurado talento durante estas pasadas temporadas, pero tan tamaña confirmación se ha producido ya de manera definitiva. Ya es uno más. Quién sabe, quizá, el más capaz.

Por otro lado, se vuelve a poner de manifiesto la ‘rareza’ de Bondarenko, obviando demasiadas alturas, y enfocando en demasía sus concursos a un 2.46m que lleva intentando infructuosamente casi un año. Lo ha probado sin resultado casi veinte veces. No es cuestión de que no sea apto. Es obvio que lo es, y de forma más que patente. Puede que sea cuestión de intentar encauzarlo por otro camino. Posiblemente sea el más completo, el más dotado, pero no engancha el salto definitivo en esa perseverante y casi exclusiva búsqueda.

Y por último, y pese a no verlo en Nueva York, no podemos olvidarnos de un hombre que ha conseguido un 2.41m este año, y al que no se puede desechar de las apuestas. Ukhov tiene aún mucho que decir en esta formidable pugna. Sin embargo, es posible que necesite dar un salto (y nunca mejor dicho) cualitativo que Bondarenko ya dio hace tiempo, y que Barshim acaba de firmar.

La contienda se reduce, por tanto, a tres aspirantes, si es que no estaba reducida ya. KynardDrouinDmitrik o Protsenko no ofrecen las mismas credenciales. No presentan la misma regularidad. Y tampoco están confirmando esa transformación sustancial de prestaciones que, por ejemplo, sí se ha visto en Barshim. No entramos ya en la comparación de sensaciones, en ese «algo» que quizá sí se adivine en los otros tres. Puede ser, de nuevo, algo puramente subjetivo.

Como nota negativa, quizás una excesiva presión derivada del constante apego, tanto social como mediático, por buscar la batalla definitiva, el concurso del año, «el salto del siglo». Cada competición en la que cualquiera de los tres se enfrenta entre sí se convierte en una porfía a la historia. Es muy posible que ese persistente asedio influya en los atletas, para mal, siendo positiva, por otra parte, la competencia.

Lo más importante de todo: la variedad. No es un sólo saltador el que amenaza seriamente un récord histórico. Son tres los que están preparados para asaltar la historia, en un clamoroso juego de palabras con la propia especialidad. Y cualquiera de ellos puede conseguirlo. ¿Por qué no… los tres?

Y es preciso señalar, como dejábamos caer unas frases atrás, que es esta situación la que, muy posiblemente, determine la inmensa calidad, el enorme status actual de los tres saltadores. Esa competencia feroz puede ser la que los guíe a lograr la hazaña de un récord que dura ya casi 21 años.

Mientras tanto, y con el emocionante regusto del mejor concurso de altura que jamás nadie haya visto, sólo cabe disfrutar ante las contiendas venideras. El récord es cuestión de tiempo. Estamos seguros de ello.

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