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Esa sensación de facilidad…

«Come on, Galen… come on, boy!»

Eran las 6 y 17 minutos de la madrugada en España, sábado 31 de mayo, y en Hayward Field se detenía el tiempo, latente, en una mezcla de expectación y ansiedad. Una prueba no habitual en las listas de la Diamond League, como el 10.000m, tenía visos, o al menos cierta probabilidad, de convertirse en una de las grandes protagonistas del sensacional evento que, año a año, presenta ante el mundo la capital del coloso comercial Nike, en pleno corazón de los bosques de Portland.

Desde hacía días se venía anunciando la posibilidad de que el atleta local, el pupilo de Alberto Salazar, y una de las grandes atracciones atléticas del panorama norteamericano, Galen Rupp, atacara el récord de los Estados Unidos (si bien es cierto que, en principio, su presencia se presentía para el 5.000m). El registro a batir, en su propio poder, desde que el 16 de septiembre de 2011 Rupp hiciera saltar la banca en Bruselas con el registro más rápido jamás conseguido por un atleta de raza blanca (26:48.00).

El nivel de contendientes que la prueba ponía en liza aventuraba, sino récord (o gran marca), una carrera de contrastada intensidad e interés . La presentación no resultaba incierta, sino que Rupp por un lado, y un nutrido grupo de africanos por otro, componían el guión principal.

Varios nombres muy interesantes, y acreditados todos ellos por debajo de 27 minutos: Paul Tanui, bronce en el 10.000m de Moscú y 26:50.63 en Eugene en 2011; Emmanuel Bett, 26:51.16 en Bruselas en 2011, habitual de los últimos inviernos españoles de campo a través; Kenneth Kipkemoi, campeón africano de 10.000m en 2012, y 26:52.65; y Yigrem Demelash, de apenas 20 años, campeón del mundo junior de 10.000m en 2012, con 26:57.56.

A destacar, la presencia de los siempre correosos eritreos Teklemariam Medhin y Goitom Kifle, del talentoso Bedan Karoki, quinto en el 10.000m de los JJOO de Londres, del veterano francés Bob Tahri, o del semi-desconocido keniano Wilson Kiprono Too, que consiguiera en Laredo en marzo la mejor marca mundial del año en 10k en ruta, con un sorprendente registro de 27:39.

Cuatro ‘liebres’ (Ben St. LawrenceMike KigenDawit Wolde y Stephen Sambu) en busca y captura de un desafío complicado, pero no imposible. Presentación a lo americano, a lo grande. Y como no podía ser de otra manera, Rupp, el foco de todas las miradas. El gran protagonista. La gran esperanza blanca. 9 títulos nacionales. El poseedor de las plusmarcas estadounidenses de los 3.000m, 2 millas y 5.000m en pista cubierta, y del récord nacional de 10.000m. Hayward Field vibraba.

El australiano Ben St. Lawrence era el primer ‘pacemaker’ en entrar en acción. Y el ritmo inicial ya situaba al pelotón en fila de a uno. Ni un momento de tregua. Y Rupp en un segundo grupo, y a la estela de Bedan Karoki, tras los pasos del grupo cabecero, comandado implacablemente por St. Lawrence, Kigen y Wolde. Muy cerca del paso por el 1.500m, Rupp aprovechaba la contrarrecta para acelerar y tomar posiciones. Saliendo a un ritmo relativamente cómodo, sabía que el intento de récord pasaba por engancharse al primer grupo, y al trabajo de sus previstos compañeros de escapada. Con pasmosa facilidad, en apenas 80 metros, el rubio de Eugene llegaba a cola de ese primer grupo, compuesto ya por seis unidades. 8:03.08 al paso por el tercer kilómetro, primera referencia real del fastuoso ritmo de carrera. Y, en apariencia, un Rupp de fácil desempeño. Casi ilógico. Excelente trabajo de St. Lawrence, clavando los parciales en 2:40, 2:41 y 2:42.

Tomaba el mando Mike Kigen hasta el quinto kilómetro, continuando con el buen hacer desde una zancada más tupida, pero eficiente. Y a partir de ahí, Stephen Sambu, keniano que cumplirá 26 años en julio, afincado en Arizona, y habitual de las competiciones de la NCAA, se colocaba en cabeza. Su trabajo iba a ser, a partir del ecuador, una de las claves de la carrera. 13:26.44 el paso por el 5.000m. Descomunal.

La majestuosidad de Paul Tanui custodiaba el extraño pero incesante caminar de Sambu, de corta zancada, amplia cadencia, y embrollado movimiento de tren superior. La aparente facilidad de Rupp continuaba siendo la nota dominante del grupo. Sensación de relajación, con parciales constantes pivotando sobre unos vertiginosos 2:40/km. Sólo Karoki era capaz de soportar el tremendo ritmo, a duras penas y perdiendo siempre un metro, mientras que Bett luchaba contra los elementos por enganchar con el grupo. En ningún momento lo conseguiría.

Demelash era doblado cuando apenas faltaban 150 metros para llegar al octavo kilómetro, y a partir de ese nuevo paso por línea de meta, se produce una circunstancia que cambiaría el devenir de los últimos estertores de la prueba. Paul Tanui cambiaba el ritmo súbitamente, buscando un ataque desde la distancia, un atisbo de la situación. Espectacular la ligereza del keniano, de paso circular, bello e indómito. Rupp, a su rueda, sin perder ni medio metro. Sabía que su resultado en la noche de Eugene podía depender de aquel preciso y precioso momento. En un esfuerzo descomunal, Sambu no tardaba en retomar sus labores, ante la atónita mirada de Tanui, cuyo ataque se diluía en apenas segundos. ‘Mo’ Farah, en la retransmisión, comentaba asombrado la capacidad de sufrimiento de su compañero de entrenamientos. «He looks too easy… he looks great». Era la sensación que Rupp transmitía, ciertamente.

Nueva vuelta en 64″, y una milla para el final. Y de nuevo, como en la anterior, Tanui se lanza al vacío. Sambu es incapaz de contrarrestar de golpe el nuevo ritmo, pero Rupp aguanta. Tanui no encuentra lo que busca. Precisamente sería ese desgaste el que, en pocos metros, acabaría por volverse en su contra. La marca ya apuntaba a sensacional.

A falta de un kilómetro, con el keniano desprendiendo latigazos constantes, y los cuatro contendientes en fila de a uno, el final de carrera se presumía brillante. Y en ese preciso instante, al paso por la recta de meta, el sonido de un reactor despegando resultaría minúsculo ante el atronador griterío de la atestada grada principal de Hayward Field.

Su chico, el rubio desgarbado, de tez granulosa y aspecto adolescente, el protegido predilecto del siempre controvertido Alberto Salazar, imagen y sentido del mastodóntico Oregon Project, apretaba los dientes y se marchaba en solitario, en busca de la gloria anunciada. Menos de dos vueltas para el final, y Rupp se convertía en poseedor de una ventaja psicológica de diez metros, que le daría alas, incapacitando con ello a Tanui. Y de nuevo, esa sensación de facilidad.

«Come on Galen!!! Come on, boy!!!». Un atónito y elocuente ‘Mo’ Farah vibraba en la cabina, y los cimientos de Eugene se estremecían ante el último paso por meta de su ídolo. Penúltima vuelta en 59.41. Bestial.

Echando el resto, dejándose en la pista los últimos gramos de fuerza, pero permitiéndose mirar el reloj, escudriñando en la distancia, Galen Rupp encaraba los últimos doscientos metros. El rostro del sufrimiento no había aparecido en el fondista norteamericano durante las veinticuatro vueltas restantes. Ahora, se manifestaba. Tímidamente. Con ligereza, pero asomaba. Recta final para el delirio. Puños rabiosos, y grito de felicidad absoluta. Último giro en un descomunal 58.58. Último kilómetro en 2:29.

Subcampeón olímpico de 10.000m en Londres. Dos veces por debajo de 27 minutos en la distancia. Cuarto en los pasados Campeonatos del Mundo de Moscú. Nadie había conseguido correr tan rápido desde el 26:43.16 de Kenenisa Bekele en septiembre de 2011 en Bruselas. Líder del año, por delante de un Tanui que, pese a que los ‘flashes’ apuntaran directamente a Rupp, conseguía un extraordinario 26:49.41 en una carrera soberbia. Karoki era tercero (26:52.36) y la sorpresa, Sambu, cuarto (26:54.61). Todos ellos con marca personal.

26:44.36 para Rupp. Nuevo récord de los Estados Unidos, jubilando la anterior plusmarca, que él mismo poseía.

Sin lugar a dudas, el único fondista blanco actual capaz de alzar la voz ante el insultante dominio de la altiplanicie africana. Un chico de 28 años de una clase descomunal. Con un talento inmenso. Y una maravillosa elegancia. Lo está certificando, año a año, marca a marca.

¿Está capacitado para plantear batalla a los más grandes fondistas africanos? ¿Podrá situarse a la altura y luchar, cara a cara, con los pesos pesados del fondo mundial actual? Gebremeskel, Gebrhiwet, Soi, Kuma… Farah.

No pudo con Tanui en Moscú, pero en Eugene demostró que puede pelear mano a mano con ellos, los superó. Pensábamos que era imposible. Pero quizá no lo es tanto. «¿Por qué no?». Se reafirma, en todo caso, que la apuesta estadounidense, aunando los mejores talentos salidos de los más recónditos rincones del país, con las mejores instalaciones, los mejores medios, y todo ello enfocado en una dirección de triunfo tras un gigantesco proyecto de investigación, desarrollo e inversión, posibilita una lucha, a priori, utópica. Quizá la excepción de Rupp pueda servir para acometer ese primer impulso que necesita el fondo no africano, para creer en la posibilidad, aún remota, pero quizá no ficticia, de no salir a la pista con la derrota asumida. Quién sabe.

Lo veremos de nuevo en Oslo, en el histórico Bislett Stadion el 11 de junio, compitiendo en los 5.000m, para reafirmar su magnífico estado de forma. Veremos de qué es capaz.

Podría decirse, aún a riesgo de tildarse la afirmación de prematura, radical o desmesurada, que ya es el mejor fondista no africano de siempre. Al menos, lo es en cuanto a registros.

Y sobre todo, y lo que más llama la atención. Ese sabor, vuelta tras vuelta. Ese gesto. Esa relajación.

Esa sensación de facilidad.

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