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Carreras Inolvidables: Grand Prix Niza, 1985, 1.500m

Verano de 1985. De entrada, podríamos catalogarlo como un auténtico monumento al talento atlético. Posiblemente, la mejor generación coetánea de atletas que haya parido el atletismo, se disputaba a golpes la hegemonía pura y dura del mediofondo y fondo, tanto a nivel europeo como a nivel planetario.

En una distancia tan mítica y tan reina como el 1.500m, se juntó, en un lapso relativamente corto de tiempo, un ramillete de corredores que consiguió ponerle sal y pimienta a cada competición en la que se enfrentaban.

Por un lado, el espectacular marroquí Saïd Aouita, por aquel entonces vigente campeón olímpico de 5.000m en Los Ángeles, un año antes. Con una capacidad brutal para soportar carreras a ritmos vertiginosos, aun poseyendo un fuerte sprint, no fue nunca, paradójicamente, tan determinante en carreras más tácticas. La decisión de correr el 5.000m en los JJOO de 1984 vendría en parte fundamentada por esa falta de ‘pegada’.

Por el otro, el sensacional británico Steve Cram. Posiblemente, el atleta más en forma del momento. Vigente campeón de Europa y del Mundo de la distancia, y plata en los JJOO de Los Ángeles. Perteneciente a la generación dorada del atletismo británico, comandada primeramente por los eternos Sebastian Coe y Steve Ovett, a los que trató «de tú a tú» durante esos años. Con una última vuelta casi insuperable, se manejaba de maravilla en todo tipo de carreras, ya fueran rapidísimas o desmedidamente tácticas. Elegancia pura en una zancada que marcó una época.

Así como hoy en día puede resultar menos habitual observar esas luchas encarnizadas en los cada vez más escasos meetings veraniegos de auténtico nivel, la década de los ochenta se configura en perspectiva como el prototipo insuperable de los duelos directos entre las élites dominantes del atletismo. Aquel verano se presentaba apasionante, con los récords mundiales de 800m y 1.500m en poder, respectivamente, de Sebastian Coe (1:41.73, ver carrera aquí) y Steve Ovett (3:30.77, ver carrera aquí), ambos algo alejados en aquella temporada estival del 85 de sus mejores prestaciones, eso sí.

Cram comenzaba a avisar de su magnífico estado de forma con un amenazante 3:31.34 en Oslo, en junio, con marca personal, además. A menos de un segundo del récord de Ovett. El siguiente objetivo comenzaba a vislumbrarse, con la posibilidad de rebajar la barrera psicológica (y no tan psicológica) de los 3 minutos y 30 segundos, marca que, por otra parte, ni Ovett ni Coe habían conseguido derribar. En el caso de Aouita, había corrido en Oslo, pero el 5.000m, curiosamente también con plusmarca personal (después conseguiría batir dos veces el récord mundial). El magrebí, también en un momento excepcional.

Martes, 16 de julio. Estadio Parc de L’Ouest, localidad francesa de Niza. Grand Prix Nikaia de la capital provenzana. Un elenco imposible y mágico: Joaquim Cruz (campeón olímpico vigente de 800m), el toledano José Luis González, el californiano Steve Scott… y los dos máximos favoritos y protagonistas, ya mencionados: Saïd Aouita y Steve Cram. La posibilidad de récord del mundo, latente, y la nómina de atletas, respondiendo a la necesidad de aglutinar un grupo de primerísimo nivel para asegurar la lucha y la marca. Todo lo contrario que solía ocurrir con Coe y Ovett, encarnizados rivales, pero que siempre evitaban coincidir en este tipo de eventos. Curiosamente, Joaquim Cruz era considerado favorito en las apuestas.

La carrera transcurre a ritmo vertiginoso, cortesía de las dos liebres, con Cram procurando controlar en todo momento la situación, comandando el grupo, y los demás favoritos entre dudas por detrás. En ningún momento de su trayectoria había mostrado el británico ese poderío, sobresaliendo con su elegancia en la que fue la mejor época de su vida. Visto ahora, la sensación que confluye es la de que fue el único que creyó y apostó por el récord desde la salida.

A falta de 700 metros para el final, se retira la primera de las liebres, el senegalés Babacar Nang, tras un trabajo irregular, de más a menos. El propio Cram se encargaría de retener al grupo, sabedor del ritmo excesivo del ‘pacemaker’ africano. En ese momento, Cram es segundo, seguido de Cruz, con González cuarto y Aouita quinto. El cambio de liebre produce, igualmente, un incremento brutal del ritmo. El latigazo del sudanés Omar Khalifa, consciente de que la carrera se ha estancado ligeramente, coge a Aouita muy atrás, todo lo contrario que a Cram, atento siempre a la actividad en cabeza.

Un fortísimo González rebasa a Cruz, colocándose a la estela de Cram, cuando encaran la penúltima recta de meta. Mientras, el brasileño se hunde en una distancia que nunca fue la suya, y Aouita y Scott retoman posiciones. Tras la liebre, Cram y González, el británico con el dorsal trasero al viento tras un agarrón de Scott en la salida para no caerse.

Toque de campana en 2:36, con Aouita teniendo que hacer un esfuerzo descomunal para recuperar la ventaja. El poderío y la elegancia en el penúltimo cambio de Cram sobresalen en cabeza, encarando ya la contrarrecta, tras la retirada de Khalifa.

Aouita, con cinco metros perdidos sobre Cram, aprovecha la recta para adelantar a González, imposibilitado para adelantarlo en la curva previa. Cram vuela.

Al llegar al último hectómetro, la diferencia se ha reducido sustancialmente, tras el gigantesco empeño de Aouita. Sprint final. El marroquí comienza a cabecear a un lado y a otro por el esfuerzo, desvelando casi su último aliento, sabedor de que el ritmo es merecedor de la plusmarca mundial, en un sprint como pocos han existido en la historia de este deporte (12.4 segundos para Aouita en el último 100).

A falta de media recta, la diferencia ya es de apenas metro y medio, con Aouita totalmente lanzado, y Cram sufriendo lo indecible, sin crisparse en absoluto, sello de la casa, pero verdaderamente al límite. En un derroche de talento y majestuosidad, Cram aguanta prodigiosamente el envite, y cruza la meta en primera posición. A cuatro centésimas, Aouita. Ni medio pestañeo. Nuevo récord mundial para Cram, 3:29.67.

‘The Jarrow Arrow’. Primer atleta en la historia en superar la barrera de los tres minutos y medio. Por si no era suficiente, 3:29.71 para Aouita, en una carrera para enmarcar, aunque sin premio (momentáneamente, al menos). Tercero era González con 3:30.92, pulverizando el récord de España que tenía en su poder Abascal con 3:33.12, y que se convertía en su mejor marca de siempre en la distancia. Soberbio el español. Cuarto en discordia, Scott, con 3:31.76, también marca personal.

El mejor ‘milquinientos’ de la historia, hasta ese momento.

Cram redondearía la mejor temporada de su vida aquel verano, consiguiendo un hito sin precedentes: en el breve lapso de 19 días, batiría tres récords mundiales: aquel 16 de julio, el de 1.500m en Niza (3:29.67); el 27 de julio en Oslo el de la milla (3:46.32), y el 4 de agosto en Budapest el de los 2.000m (4:51.39). Sencillamente impresionante.

Pero por si fuera poco, y para dejar claro que la venganza es un plato que se sirve frío, Aouita conseguiría aquel verano lo que parecía imposible: no habría pasado ni un mes y medio desde aquel inolvidable 1.500m de Oslo (38 días concretamente), cuando la ‘Gacela del Atlas’ arrebataba a Cram el récord. Aouita, aleccionado con saña en el duelo de Niza, siempre dejó entrever que su transformación como atleta derivó en exponencial hacia cotas casi inexpugnables a partir de aquel día de julio de 1985. Ese siguiente, récord, un gigantesco 3:29.46 en Berlín.

Pero esa es otra historia.

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