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Atletismo y Cine

«Si un factor clave se desprende del atletismo como deporte global es su racionalización por parte del gran público como una mezcla perfecta de trabajo, talento natural e historias épicas. En tales condiciones, es complicado no asociar el estatus de nuestro deporte con la magia del cine. Y es que, durante los años, tanto la grande como la pequeña pantalla han trasladado a su espacio el sinfín de historias que han podido nacer tanto del epicentro como de los alrededores del atletismo, surgiendo de ello todo un abanico de películas, de mayor o menor consideración, entidad, calidad o repercusión».

Con este artículo SoyCobarde inaugura su colaboración con la Real Federación Española de Atletismo.
El artículo fue publicado en dos partes en octubre de 2017 en la web de la RFEA. La primera, el martes 17, y la segunda, el martes 24.

ATLETISMO y CINE (Parte 1 – Publicado el martes 17 de octubre de 2017)

Si un factor clave se desprende del atletismo como deporte global es su racionalización por parte del gran público como una mezcla perfecta de trabajo, talento natural e historias épicas. En tales condiciones, es complicado no asociar el estatus de nuestro deporte con la magia del cine. Y es que, durante los años, tanto la grande como la pequeña pantalla han trasladado a su espacio el sinfín de historias que han podido nacer tanto del epicentro como de los alrededores del atletismo, surgiendo de ello todo un abanico de películas, de mayor o menor consideración, entidad, calidad o repercusión.

La situación, en este ámbito, da lugar a un sinnúmero de posibles clasificaciones, listas, resúmenes…

El cine, tanto en su vertiente más exploradora del hábito humano, como en la transformación en hipotética realidad de una ficción convertida en fuente de inspiración, así como en el aspecto más documental o incluso biográfico, ha generado a lo largo del tiempo un interesante cúmulo de títulos, una videoteca de indiscutible heterogeneidad pero en ocasiones cautivadora elocuencia, que, o bien utiliza el atletismo como hilo conductor para contar sus respectivas historias, o bien el atletismo se enclava como una arista, más o menos interesante o importante, de la trama o de la acción.

Representan un numeroso colectivo, dentro del atletismo en el cine, los documentales puros. Tres son los trabajos de mayor representatividad, históricamente, cuando hablamos de recopilaciones de imágenes refiriéndose a eventos completos, en especial Juegos Olímpicos, y no deteniéndonos en biografías o eventos menores (razón por la cual este reportaje podría extenderse de una manera exponencial). El primero, ‘Olimpiada’ (1938, Olympia), es un brillante reflejo en dos partes (‘Festival de las Naciones’ y ‘Festival de la Belleza’) y a través de los ojos de la que fuera cineasta del régimen nazi, Leni Riefenstahl, de lo acontecido en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936.

‘Tôkyô orinpikku’ (1965, Tokyo Olympiad) nace, a imagen y semejanza de la obra germana, para mostrar al mundo las imágenes de los Juegos de 1964. Con el maratón como relativo hilo conductor del metraje, Kon Ichikawa consiguió que ciertas secuencias (por ejemplo, la visión de un imperial Bikila, en solitario) se grabaran a fuego en la memoria colectiva de miles de espectadores, por multitud de razones.

La tercera de las citadas, por detener sin extenderse el aporte, ‘Maratón’ (1992, Marathon), configura una excepcional vista de los Juegos de Barcelona 1992 a través de la épica de los 42.195m, bajo la particular y recordada mirada de Carlos Saura.

Todas ellas, con ciertas similitudes, utilizan el atletismo, o al menos una parte de él, como relativo hilo conductor -y no sin razones y simbología- de la siempre compleja y poblada estructura de unos Juegos Olímpicos.

Dentro de las filmaciones que han sobrevivido a los años como ficción absoluta (o casi) de este deporte, una de las primeras grandes obras consagradas que utiliza el atletismo como hilo argumental es la celebrada ‘La soledad del corredor de fondo’ (1962, The Loneliness of the Long Distance Runner). Allan Sillitoe colaboró, escribiendo el guión en base a un relato propio, para reflejar, entre otros muchos detalles, una cruda crítica social a la realidad británica de la época, inaugurando el llamado Free Cinema británico (historias de ficción con base argumental en situaciones cotidianas, y profunda crítica social), a imagen y semejanza de la Nouvelle Vague francesa, aunque con diferencias. Emblema de la rebeldía, la irritabilidad y el desarraigo, ‘La Soledad del Corredor de Fondo’ se ha convertido, por méritos propios, en un clásico imprescindible de la cinematografía europea, que relata la historia de Colin, un adolescente de Nottingham que ingresa en un correccional por robar, y comienza a correr, actividad para la que presenta profundas credenciales.

De la misma década y año, ‘Sucedió en Atenas’ (1962, It Happened In Athens) colma la pantalla de clichés y momentos plenamente olvidables, en una mediocre historia en torno a los primeros Juegos Olímpicos de la Era Moderna (Atenas 1896), una actriz griega (encarnada por Jayne Mansfield) y su “decisión” de enamorarse de quien resulte vencedor en el maratón. Años antes, se estrenaba una curiosa película, de nombre ‘Geordie’ (1955), que relataba las peripecias de un granjero escocés que descubre el lanzamiento de martillo, y enfila su camino hacia Melbourne ’56. En otros menesteres, sobresalió años más tarde ‘La prueba del valor’ (1970, The Games), con un interesante elenco (Ryan O’Neil, Charles Aznavour…) que cuenta la historia de cuatro maratonianos (un inglés, un americano, un checoslovaco y un aborigen australiano) que preparan, con los diferentes matices de sus respectivos devenires vitales, su participación en los Juegos de Roma de 1960. ‘El hijo de la jungla’ (1973, The World’s Greatest Athlete) traslada la epopeya de Tarzán a un panorama artificialmente atlético. Un joven de raza blanca es descubierto en África por dos entrenadores, que lo llevan a Estados Unidos para que desarrolle lo que ellos consideran que es un talento único para correr y saltar. Una película intrascendente, aunque entretenida.

‘Marathon Man’ (1976) es un thriller en el que el célebre Dustin Hoffman da vida a un universitario desazonado y metódico, cuya válvula de escape de sus numerosos demonios personales resulta ser entrenar y correr maratones. Lejos de ser una película de atletismo, resalta por su calidad de reparto y guión, y por su utilización de las carreras en el personaje principal como reflejo de un estado vital y de ánimo, cual sobresaliente metáfora de una realidad superior. ‘Running’ (1979) fue una de las primeras intervenciones como cabeza de cartel de Michael Douglas, y a decir verdad, este dato podría considerarse el único trascendente de una película totalmente olvidable, masacrada por momentos por los tópicos y por una historia realmente floja (un hombre fracasado busca su particular redención, la de la sociedad como ente y la de su propia familia intentando clasificarse para los Juegos de Montreal ’76). Anodina película, pese a un buen Douglas.

Dos pequeñas producciones que no han trascendido excesivamente, con temáticas en esencia parecidas fueron la americana ‘La chica de oro’ (1979, Goldengirl), y la checa ‘Fair Play’ (2014). La primera, con un argumento ciertamente rocambolesco, parte de la base de un extraño médico que busca la perfección física y fisiológica en su hija adoptiva con el objetivo de que participe en los Juegos de Moscú ’80, utilizando la experimentación con la joven como si se tratase de una cobaya. La segunda, discurriendo por un tema muy de actualidad, reflejando el horror del dopaje sistemático, auspiciado por los gobiernos, en la figura de una joven atleta, camino a los Juegos de Los Ángeles ’84. Pocas películas han tenido el valor de afrontar con tal gallardía y claridad el drama del dopaje de Estado, tan vívido, real y contrastado en el atletismo de las décadas de los setenta y ochenta, especialmente. Todo ello, al margen de la clase y la calidad narrativa e interpretativa (la joven Judit Bárdos, magnífica) que desprende el filme.

Una producción que no ha trascendido en exceso, pero cuyo nombre conviene recordar es ‘Su mejor marca’ (1982, Personal Best), que cuenta la historia de dos saltadoras de altura que entrenan juntas bajo un halo de profunda amistad y compañerismo, en su camino hacia la clasificación para los Juegos de Moscú ’80. Más que por su lograda armonía atlética, que la tiene, si ha permanecido por algo ha sido por tratarse de una de las primeras películas que encaró abiertamente la relación amorosa entre dos mujeres en un mundo aún rebosante de prejuicios. La olvidada ‘Triunfo amargo’ (1991, Across the Tracks) refleja la rivalidad entre dos hermanos antagónicos, ambos atletas: el aplicado estudiante de inmaculada trayectoria atlética y el rebelde endémico cargado de tanto talento como desgracia. No sólo ha sido de recordar una de las primeras apariciones protagonistas en la gran pantalla del celebérrimo Brad Pitt, sino también un guión considerado y una historia bien contada, a pesar de la mediocridad de las escenas puramente deportivas. ‘La larga marcha’ (2000, The Long Run) pivota especialmente sobre una figura que en demasiadas ocasiones tendemos a obviar: la del entrenador. Fracasado pero amante hasta la médula de su labor, el destino quiere que en el camino del protagonista se cruce la atleta de su vida, a la que intentará preparar para acudir al durísimo Comrades Marathon, convencido de su extraordinario talento.

Aparte, podríamos citar otras producciones que apenas han trascendido, y que podríamos catalogar como muy poco destacables, como por ejemplo la recóndita ‘Second Wind’ (1976), que cuenta la historia de un hombre de negocios de éxito que comienza a correr para liberar estrés, y termina por verse absorbido por una actividad que le cambia completamente la vida; ‘El ladrón’ (2010, Der Räuber), un relato sobre un convicto que, al salir de la cárcel, aprovecha su capacidad física y sensorial para continuar robando bancos a la vez que compite con éxito en campeonatos nacionales; o ‘Fast Girls’ (2012), paradigma de la mediocridad cinematográfica en todo su esplendor, que cuenta una historia plagada de tópicos e imprecisiones técnicas sobre la base de la preparación de un equipo de relevos para el Campeonato del Mundo.

No todo es arrinconable, sin embargo. Producciones como ‘El último maratón’ (1986, On The Edge), una epopeya sobre la nostalgia y el olvido; la surcoreana ‘Marathon’ (2005), que encara el drama del autismo desde el punto de vista de la superación; o ‘En busca de un milagro’ (2009,Saint Ralph), la bella determinación de un joven alentado por la enfermedad de su madre, llevada hasta el paroxismo por correr el Boston Marathon, son reseñables pese a su discreción a nivel de visibilidad de cara al gran público.

Y no sólo el cine se ha nutrido del atletismo para contar historias. Se han realizado, a lo largo de los años, interesantes producciones para televisión con esta temática. ‘El corredor solitario’ (1976, The Loneliest Runner), dirigida y producida por Michael Langdon, que cuenta una curiosa historia de un joven cuyas circunstancias le confinan a correr; ‘El maratón de la Señora Quinn’ (1978, See How She Runs), un interesante recorrido por el cambio vital que se produce en una mujer de mediana edad (Joanne Woodward, que ganó el Emmy por su brillante interpretación) tras inscribirse al Boston Marathon; u ‘Hombre libre’ (1979, The Jericho Mile), una historia paralela entre dos presos cuyas vivencias transcurren ligadas a la competición. Estas son sólo algunas de esas producciones para la pequeña pantalla. Por lo diferente del asunto, a mencionar la canadiense ‘Crossbar’ (1979), el drama de un saltador de altura que pierde una pierna en un accidente laboral, y a pesar de ello no renuncia a sus sueños olímpicos.


ATLETISMO y CINE (Parte 2 – Publicado el martes 24 de octubre de 2017)

La primera entrega de ‘Atletismo y Cine’ supuso una interesante singladura por algunos de los más recónditos rincones del cine relacionado con nuestro deporte, en especial, aquellos que poco o nada tuvieron que ver, al menos desde un punto de vista puramente objetivo, con situaciones o historias reales. En esta segunda y última entrega, nos detenemos en aquellas películas cuyo hilo argumental o bien parte de la biografía concreta de un atleta determinado, o bien está basado en hechos verídicos sobre alguna situación real que ha acontecido a lo largo de la historia.

La primera producción reseñable es ‘El Hombre de Bronce’ (1952, Jim Thorpe – All American – Man of Bronze), dirigida por Michael Curtiz (director de la histórica ‘Casablanca’), con el gran Burt Lancaster en el papel de Jim Thorpe, oro en pentatlón y decatlón en los Juegos de Estocolmo en 1912, y posterior jugador de béisbol, baloncesto y fútbol americano. Este indio de inmenso talento sería considerado el primer gran deportista de la historia de los Estados Unidos, obligado posteriormente a devolver sus medallas olímpicas, tras ser acusado de competir como profesional, siendo devueltas estas a su legítimo propietario debido a la existencia de irregularidades en el proceso de denuncia.

‘The Bob Mathias Story’ (1954) contaba con el propio decatleta ―oro en Londres ’48 y Helsinki ’52― interpretándose a sí mismo, en un mediocre filme a mayor gloria del protagonista (que, curiosamente, también formó parte del elenco de ‘Sucedió en Atenas’, película citada en la primera parte de este reportaje). Ya muchos años más tarde, resulta muy interesante ‘El corredor valiente’ (1983, Running Brave), un recorrido por la historia y pormenores del legendario Billy Mills, un sioux que asombraría al mundo venciendo en el 10.000m de los Juegos de Tokio ’64 frente a colosos como Clarke, Gammoudi o Wolde. En Estados Unidos, en mucha mayor proporción que en Europa, se ha encumbrado inmensamente la figura del triste y tempranamente desaparecido Steve Prefontaine. Sobre la figura de este mitificado atleta sobresalen dos películas: ‘Prefontaine’ (1997), protagonizada por Jared Leto, y ‘Sin límites’ (1998, Without Limits), con Billy Crudup en el papel principal. Dada la histriónica brevedad de la biografía de la leyenda de Oregón, ambos guiones desmenuzan de manera similar la trayectoria del atleta. El primer filme, desde un punto de vista, quizá, más inexpresivo, y el segundo impregnado de un interesante sentimentalismo, pero sin caer en el artificio, y donde Crudup consigue interpretar a un Prefontaine mucho más creíble del que diseña Leto.

Una de las producciones más peculiares, por su idiosincrasia, es ‘Endurance’ (1999), un documental a medio convertir en drama, a través de una curiosa “ficción real”, donde el gran Haile Gebrselassie repasa su vida, interpretándose a sí mismo. Sin ser una película propiamente dicha, merece profundamente la pena, igual que todo lo relacionado con el genio etíope. Y de uno, a otro. Uno de sus predecesores en la memoria colectiva del país africano, y de todo el universo atlético, no podía sino contar, al menos, con una biografía de cierto nivel. ‘El Atleta’ (2009, Atletu – The Athlete) cuenta la emocionante historia del inolvidable Abebe Bikila.

Sobre mitos, resulta necesario destacar una producción para la televisión de nombre ‘The Jesse Owens Story’ (1984). Una pormenorizada biografía, detallada y fiel como pocas han existido, sobre el extraordinario campeón norteamericano, especialmente concienzuda con su paso por los Juegos de Berlín ‘36. Sobre una de los primeras grandes estrellas del atletismo encontramos también ‘El héroe de Berlín’ (2016, Race), un descafeinado filme, con peor aspecto del que en un principio pareció, dadas las circunstancias, que perdió una excelente oportunidad de encumbrar a Owens más allá de los tópicos, la lágrima fácil y la dulcificación de ciertos detalles no aptos para tal movimiento, conociendo la biografía del genio de Cleveland. Una oportunidad perdida para diseñar una gran producción que culmine en un relato sobrio, creíble y cualitativo de quien se convirtió, por méritos propios, en uno de los grandes de la historia, y que, más que posiblemente, no ha recibido con el pasar de los años el trato que se merece.

Continuando por el mismo sendero, ‘Wilma’ (1977) desgrana la tremenda historia de la legendaria velocista Wilma Rudolph, tres oros en Roma ’60. La película, dirigida a su estreno en televisión, centra su trama en las penurias por las que Rudolph tuvo que pasar en su infancia y adolescencia, y su transformación como una de las mejores atletas de la década y de la historia. Como curiosidad, fue el debut cinematográfico del oscarizado Denzel Washington.

‘Perseguir un sueño‘ (1996, Run for the Dream: The Gail Devers Story) continúa ahondando en el drama, en este caso con la singular Gail Devers, en una producción también televisiva que narra la extraña enfermedad que a punto estuvo de costarle la amputación de un pie a quien posteriormente sería triple campeona olímpica.

Centradas en un personaje de elevadísima consideración, como fue Roger Bannister (primer hombre capaz de romper la barrera de los cuatro minutos en la milla), encontramos dos telefilmes de cierta calidad. El primero, ‘The Four Minute Mile’ (1988), fue una producción australiana y británica que narra con viveza y solidez no solamente la trayectoria de Bannister, sino especialmente la época en la que se desarrolla, a través de una cuidada estética y un detallado cariz cronístico. Sobre el legendario atleta también encontramos el sobrio telefilme ‘Four Minutes’ (2005).

Por habituales, no se deben pasar por alto las filmaciones que se centran, más que en el atletismo propiamente dicho, en las historias de superación. Y en este ámbito, destaca sobremanera ‘The Terry Fox Story’ (1983), la desgarradora historia de un hombre que, habiendo perdido una pierna, decide embarcarse en una aventura que le cambiará la vida. Fox emprendió, durante la primavera de 1980, un viaje que le llevó a recorrer Canadá de extremo a extremo con el objetivo de recaudar fondos para la lucha contra el cáncer. Uno de los pioneros de los hoy llamados “retos solidarios”, en una historia ausente de florituras que colma de emoción al espectador en cada visionado.

A tener muy en cuenta, especialmente para los entusiastas del maratón, ‘Run For Your Life: The Fred Lebow Story’ (2008). Importante dada la trascendencia del personaje -y matizando, ya que se trata de un documental, no de una película- la historia del ya fallecido fundador del New York City Marathon retrotrae a otras épocas, a otros lugares en espacio y tiempo, que harán las delicias del aficionado.

Retrocediendo de nuevo en el tiempo de la narración, ‘Berlin 36’ (2009) es una película que se centra en los primeros estertores del nazismo, inmediatamente anterior al estallido de la Segunda Guerra Mundial, más concretamente en la figura de Gretel Bergmann, saltadora de altura que se vio inmersa en pleno conflicto con el Reich por su procedencia judía, pese a ser la gran dominadora de su época, y su hipotética relación con Dora Ratjen (cuyo nombre ficticio en el filme es Marie Ketteler), atleta musculada, de aspecto impactantemente andrógino, que igualmente fue discriminada, vejada y apartada por un problema de intersexualidad que jamás llegó a aclararse por completo. Además, una biografía totalmente recomendable es ‘Bhaag Milkha Bhaag’ (2014), una producción india de enorme valor sobre el atleta Milkha Singh, el primer indio, en 1958, en conseguir una medalla de oro en los Juegos de la Commonwealth.

Con guión de los hermanos Coen, y dirección de Angelina Jolie, ‘Invencible’ (2014, Unbroken) no podría catalogarse como una película cuyos derroteros transcurran específicamente dentro o sobre el mundo del atletismo, pero resulta digna de mencionar puesto que se detiene en la historia post-competitiva del fondista Louis Zamperini, que participó en los Juegos de Berlín ’36, a través de su formación militar y su participación en la Segunda Guerra Mundial, siendo capturado por el ejército japonés tras permanecer durante cuarenta y siete días a la deriva en el Pacífico después de sufrir un accidente de avión. Y por último, ‘McFarland, USA’ (2015), un relativamente interesante filme que narra una de esas historias que ya han sido contadas en innumerables ocasiones, pero que lo hace de una manera bastante acertada, a través de una trama en la que un buen Kevin Costner da vida a un entrenador de fútbol americano que es despedido, aterriza en una pequeña localidad de California, y acaba por hacerse cargo de un grupo de jóvenes, que conformarán las líneas de un equipo de campo a través.

Como hemos visto, el camino del cine ha unido en incontables ocasiones al séptimo arte con el atletismo. Pero resulta imposible entender el recorrido del mundo cinematográfico a través de las décadas y su relación con nuestro deporte sin acudir a una película que se convirtió, por méritos propios, en una auténtica referencia. Desde la escena inicial, con el evocador panorama de la playa de Saint Andrews, en la costa oriental de Escocia, como escenario privilegiado e indispensable, y a través de la inolvidable y trascendental banda sonora que creó el griego Vangelis, ‘Carros de Fuego’ (1981, Chariots of Fire) narra la historia de dos atletas británicos que encaran en muy diferentes condiciones los Juegos Olímpicos de 1924. Nacida de una pequeña frase incluida en el poema de William Blake “And did those feet in ancient time”, esta oscarizada película de 1981 engarza un soberbio paralelismo entre Harold Abrahams, oro en 100m y plata en 4x100m, y Eric Liddell, oro en 400m y bronce en 200m, ambos en París ’24. Abrahams representa el trabajo, el estudio, configura magníficamente la imagen del atleta desarraigado, casi rozando la exclusión, que se siente aislado de la varita del talento y recurre por ello a la extenuación en pos del éxito. Su retrato refleja con nitidez a un judío que se siente extraño en la Inglaterra más cristiana de principios del siglo veinte. Liddell, por su parte, encarna todo lo contrario. Es el talento, la magia pura, el atleta que acude constantemente a su toque divino para solucionar cada situación que se le presenta delante. Buscando la excelencia narrativa en la situación, el director Hugh Hudson dibujó un escenario ligeramente alejado de la realidad, acudiendo a la negativa de Liddell a competir en domingo por una cuestión religiosa (era pastor presbiteriano), cuando al parecer la realidad fue significativamente distinta. Liddell, en verdad, había estado ausente en una carrera de clasificación meses atrás, y esa fue la verdadera razón que le alejó de la oportunidad de disputar los 100m en París.

En cualquier caso, licencias poéticas aparte, nos encontramos ante una película de inmensa calidad, de una cotización sentimental e incluso histórica de inconmensurable valor, y que, sobre todo, logra capturar, en diversos frascos, muy distintas esencias. Si bien una de las principales es la de su magnífica ambientación, no debe dejarse pasar la absoluta conmoción que ‘Carros de Fuego’ transmite a un nivel puramente sensitivo. No en vano, pese a su dicotomía entre una transcripción más terrenal, y una obvia ambición sentimental, la película consiguió cuatro Oscars (Mejor Película, Mejor Guión Original, Mejor Banda Sonora Original y Mejor Vestuario) de siete nominaciones.

Más que posiblemente, ‘La Película’, con mayúsculas, cuando nos referimos a esta siempre cautivadora relación entre el atletismo y el cine. Un binomio prolífico, sin lugar a dudas.

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