NOTICIAS

Berlin Marathon 2016: la batalla continúa

En el año de la consagración plena y absoluta de la estela del magnífico Eliud Kipchoge como el máximo exponente y dominador de la escena en ruta mundial en los últimos veinticuatro meses, la cuadragésimo tercera edición del BMW Berlin-Marathon revela un elenco de combatientes cuyo empaque resulta algo más ilusorio que ilusionante, a tenor de las circunstancias. Bien es cierto que la no presencia del plusmarquista mundial, un reinqueante Kimetto, no plantea ninguna contrariedad, dadas sus actuaciones post-Berlín ’14, pero sí que es cierto que las ausencias de maratonistas de trayectoria destacada en las últimas temporadas (Desisa, Biwott, Chumba, Kitwara, Lilesa o Ghebreslassie, amén de la decadencia propia de aquellos astros, otrora centelleantes, del calado de Geoffrey Mutai o Tsegaye Kebede -a quien, por cierto, veremos junto a Kimetto en Chicago-) sí que podrían aparcar los sueños de los más ávidos y esperanzados visionarios. Sin embargo, un grupo conformado por diez hombres con marcas sub 2h07 responde a la expectativa continua de un evento que, año tras año, confirma su extraordinario saber hacer en lo que a configuraciones de carrera se refiere, especialmente frente a la ostentosidad desmedida de Londres, o la ausencia de statu quo presencial del resto de Majors en relación a las dos carreras dominantes, hablando especialmente de cantidad relacionada con calidad. Debe confiarse, por tanto, en la pericia organizadora de un maratón que se ha convertido en referencia en estos menesteres por méritos propios, y que en esta edición, ante la imposibilidad de otras bazas, confía en la veteranía, la experiencia y la enormidad figurativa de un reducido número de atletas sin casi parangón, si bien alejadas de los estándares del devenir actual de la ruta.

Partiendo de un orden basado en los registros personales, encabeza la lista el keniano Emmanuel Kipchirchir Mutai. Diecinueve maratones concluidos de diecinueve disputados convierten al enjuto fondista, doble vencedor de los Majors (2010-2011), en uno de los más regulares maratonianos de la última década. Si la ruta fuera una película del Lejano Oeste, nos encontraríamos, más que probablemente, ante una nomenclatura semejante a Emmanuel, el silencioso, por tirar de imaginación. O buscando el símil ciclista, el Poulidor del maratón. Propicio, cierto es, a abandonar sus quehaceres en momentos cumbre (en la memoria, su recordado reventón en los Juegos de Londres), ha sido segundo en siete envites, venciendo solamente en dos (Ámsterdam 2007 y Londres 2011). Tras ser segundo el día del estratosférico récord de Kimetto (con 2h03:13, en ese momento, segunda mejor marca de la historia; hoy, tercera), sus tres últimas apariciones, en el último año y medio, han resultado infructuosas. Será su tercera presencia en Berlín, donde ya ha sido segundo (2014) y cuarto (2015).

También con dos sub 2h04 en sendas ocasiones, Wilson Kipsang Kiprotich aparece en cada competición con un aura de espectáculo calmado. Una sensación equidistante, pero a la vez totalmente homogénea, de control y furia. Una zancada prodigiosa de un talento desbocado. Convertido en estrella por méritos propios, ha dominado la escena hasta la irrupción cuasi canónica de Kipchoge, representando la exuberancia plena personificada en atleta. Ha vencido en más de la mitad de los maratones que ha finalizado (ocho de catorce, mas una retirada), pero, curiosamente, al igual que Mutai, sus tres últimos maratones se han saldado con discretos resultados, dada su más que demostrada competencia. Complicadas de olvidar sus cabalgadas en Frankfurt 2011, y especialmente en Berlín 2013 (2h03:23, récord mundial), amo y señor de unos siempre sobrehumanos últimos parciales. Entre los dos mencionados pudiera encontrarse la batalla. Sin embargo, los mejores tiempos de estos dos atletas invitan más a una reflexión cercana al cambio de tercio berlinés (al menos en lo que respecta a un año marcado a fuego por la ansiedad creada por la cita olímpica) que a una ambición clara por el reto constante de la urbe germana: el codiciado récord mundial (de los nueve últimos, siete en Berlín; los seis últimos de manera consecutiva).

Piel de cordero y alma de tigre para un tercer contendiente de nombre Tsegaye Mekonnen. La irrupción en Dubai 2014 de este bisoño etíope, nacido (oficialmente) apenas dos meses antes del oro mundial de Martín Fiz en Gotemburgo, se produjo sobrevolando la estela de los mejores de siempre contando aún con edad junior (debutó venciendo sobre los mencionados petrodólares con un mareante 2h04:32). Resultó, a decir verdad, mero espejismo. Al menos, parcialmente. Incapaz aún de doblegar a los Majors, volvió a olisquear sangre con su tercer lugar este año en el mismo lugar en el que presentó sus credenciales al mundo (2h04:46). Sin embargo, no ha estado a la altura ni en sus dos participaciones en Londres (aunque sí soportó la escabechina de 2014 finalizando quinto), ni en su tentativa en Boston, este pasado abril. Una auténtica incógnita, en el que será su tercer maratón en apenas nueve meses.

Rindan pleitesía ahora a uno de los más grandes fondistas que haya conocido el atletismo. Introducción sin edulcorar. No es necesario. Kenenisa Bekele afronta el quinto maratón de su ya dilatada trayectoria atlética, tierna aún en ruta. Una victoria, con 2h05:04 (brillante, en su debut), un tercero, un cuarto, y un abandono. Discreto camino, en comparativa, para quien batió todos los registros (y emociones) inimaginables en el campo a través, y las distancias largas sobre el tartán de medio mundo. Sin embargo, y como siempre hemos apostillado desde esta bitácora, la pretensión, casi siempre infundada, de someter al genio de Bekoji a la presión absoluta de un dominio en ruta que aún no ha existido se aleja de la realidad que ha representado el último lustro de trayectoria del campeón etíope. Su calvario físico no le ha alejado de esa zancada tan mágica como eficiente, digna de acaparar al unísono cualquier flash que se precie, y el territorio desconocido que la ruta graba a fuego en la piel y en el espíritu de un fondista no ha sido del todo mal digerido por quien lo ha sido todo en la materia, pero en estadio. Ni todo es blanco, ni todo ha de ser negro, por fuerza. Y sin caer en el simbolismo pretencioso de defender cada paso de Bekele (error que también se suele cometer), debe asumirse su extraordinaria capacidad para soportar un descenso de prestaciones a través de una profesionalidad y una entereza dignas de estudio. Lejos de derrumbarse ante un camino no precisamente de rosas (que ya le llevó, de nuevo, a abandonar en su intento de enero de 2015, en Dubai, o que le vio sucumbir ante la gracilidad majestuosa de Eliud Kipchoge en Chicago apenas tres meses antes), su tercera plaza por las calles de Londres este pasado abril, con un paso monstruoso en 61:24 por la media maratón, en ferviente lucha con los dominadores actuales de la distancia, provoca una mueca de optimismo en todos aquellos que aún confían en la posibilidad de que la magia de un atleta histórico brote en algún momento de esta aventura sobre el asfalto, a sus ya treinta cuatro primaveras. Resultando más que complicado pronosticar una prestación (situación asimilada a la de casi cualquier competición de idiosincrasia propia como el maratón), las sensaciones que Bekele destiló a orillas del Támesis, lastrado, y corto de preparación, y quizá con la mente puesta en unos Juegos de Río que dejaron descompuesto a buena parte del atletismo etíope, Gebrselassie incluido, podrían calificarse poco menos que de sensacionales. Debe continuar existiendo un voto de confianza, porque la historia no permite dudar de quienes nunca han fracasado, entendiendo fracaso como lo que realmente es, y procurando contextualizar, con mimo, cada palabra, cada frase y cada concepto. Aunque, cierto es, y para equilibrar el disloque de los sempiternos escépticos, que la escasez de balas en la recámara, a estas alturas, ya es una absoluta realidad, de difícil asunción ante el inescrutable paso del tiempo.

A partir de este punto, un grupo de media docena de atletas que aportan sensaciones heterogéneas. Vincent Kipruto apadrina un bagaje más que considerable, pese a revelar un estatus de lejanía si se compara con los ya mencionados, o incluso con muchos sub 2h06 que sobresalieron victoriosos en los últimos años. Vencedor en París (2009), Frankfurt y Lake-Biwa (2013), y Xianmen (2016), su máximo esplendor nace de su subcampeonato mundial acuñado en Daegu 2011, dando brillo al doblete keniano junto a Kirui. Más discreto a partir de 2014 en cotas de mayor entidad, sus 2h05:13 en Rotterdam 2010 lo colocan hoy como trigésimo quinto maratoniano de todos los tiempos. Se hace complicado pensar, en vista de sus últimas tres temporadas, que pueda soportar hasta el momento clave los ritmos infernales siempre planteados en Berlín. Con 2h05:16 como registro propio, el etíope Sisay Lemma se estrenaba en Majors en abril, en Londres, con un séptimo lugar que supone el peor puesto de los nueve maratones que ha disputado en su vida. Vencedor en Varsovia en 2013, y Frankfurt y Viena en 2015, ostenta en Dubai un cuarto lugar (este año, su marca personal), y un quinto (el año pasado). De nuevo, un contendiente de segundo grupo, un escalón por debajo de la teórica cabeza de artillería. Repite, cuarta presencia en cinco años (y quinta total), el keniano Eliud Kiptanui. Sorpresivo segundo el pasado año, con 2h05:21 (la que es su marca personal), tras vencer en sus dos primeros intentos en la distancia, no ha vuelto a subir al cajón más alto del podio en ninguno de los siguientes catorce disputados. Será su segundo Major del año, porque ya fue sexto en febrero en Tokio. Debutando en los World Marathon Majors, y cerrando el cupo de sub 2h06, el también keniano Evans Barkokwet Chebet. Tras cinco maratones de entidad algo menor (donde ha finalizado segundo en cuatro ocasiones), busca afianzar el 2h05:33 que conseguía el pasado marzo en Seúl.

Tras ellos, el veteranísimo Mark Kosgei Kiptoo. Con una enorme regularidad en cinco maratones (una victoria, dos segundos y un tercero, tan sólo alterados por un más que discreto decimotercer lugar, y con 2h06:00 de marca personal), Kiptoo representa un estilo distinto del paradigma de maratoniano del último lustro: veterano, con presencia (y grandes marcas) tanto en los 21.097m, dueño de un 1h00:29 en la Azkoitia-Azpeitia de 2011, como en pista, con un sensacional 26:54.64 en el Prefontaine de 2011. A sus ya cuarenta primaveras, afronta el reto de competir en el primer Major de su trayectoria. Cerrando el sexteto, un Alfers Lagat que parece ciertamente descolgado de las prestaciones de sus compañeros de batalla este próximo domingo veinticinco. Dos terceros (Eindhoven 2014 y Frankfurt 2015) y dos sextos puestos (Ottawa 2015 y París 2016) para un fondista que acredita como registro de cabecera un 2h06:48 que, y aunque parezca irreal mencionarlo, se hace tremendamente discreto para lo que se contempla año tras año en el universo de la ruta.

El ganador en Valencia 2014, Jacob Kendagor (2h07.47), el extraordinariamente prolífico Yuki Kawauchi (2h08:14), la principal liebre’ en el 2h02:57 de Kimetto hace dos años, Geoffrey Ronoh (2h10:09), la pareja eritrea formada por Ghebregiabhier Kibrom (2h09:36) y Yohanes Gebregergish (2h10:44), o el más discreto keniano Suleiman Simotwo (2h08:49) conforman un plantel sobrio para dar forma a una nueva aventura berlinesa.

Como sugestiva mención a la prestación femenina, sobresalen, especialmente, tres nombres cuyas condiciones permanecen sobre el papel en lugar privilegiado con respecto a todas las demás contendientes (para nada abundantes en número, y casi podría decirse que discretas en registros).

La tripleta es encabezada por la etíope Aberu Kebede. En sus tres participaciones en el evento, cuenta con dos victorias (2010 y 2012), y un segundo puesto (2015). Su victoria de 2012 (2h20:30) es el noveno mejor tiempo en el circuito berlinés, permaneciendo en las listas como la octava vencedora más rápida de la historia de este maratón. De contrastada experiencia en Majors (también venció en Tokio en 2013), y con un currículum impecable fuera de ellos (ganadora en Frankfurt, Rotterdam y Shanghai), podría considerarse la rival a batir. Siempre, sobre el papel.

El desafío llega de la mano de su compatriota, una de las sorpresas del año, Amane Beriso. A punto de cumplir los veinticinco años, la abisinia fue segunda en su debut en la distancia, en el enero de Dubai. Un soberbio 2h20:48, tras Tirfi Tsegaye, que, pese a convertirse en el quinto debut más rápido de la historia, no le sirvió, sin embargo, para acuñar una nueva horma bien formada de cara a su segundo envite sobre la distancia, en abril, en el siempre pendenciero asfalto bostoniano, donde el estrépito en forma de monumental reventón llamó a su puerta (fue decimotercera, con 2h39:38). Obviamente rápida, podría suponer una rival de calado para Kebede. Su escasa experiencia en el maratón (no así en el medio maratón, donde fue foco de todas las miradas tras su gran victoria de 2015 en Roma-Ostia) será su principal hándicap.

En tercer lugar, por registros, Birhane Dibaba presenta una regularidad insultante: de diez maratones disputados, diez concluidos, y nunca más allá del quinto lugar (precisamente, en 2016, en su última tentativa, en Tokio). Será su primera experiencia en la capital germana. Venció en Tokio 2015, tras ser segunda en 2014, y conoce el tercer escalón de los podios de Chicago y Frankfurt. Nunca ha bajado de 2h22 (2h22:30 como marca personal), pero su estabilidad es un arma que dista de ser lastre en una carrera donde teóricamente no existe una clara favorita al triunfo, y donde parece obvio que no existirá una excesiva presuntuosidad de salida en lo que a ritmos se refiere.

Como complemento, también etíope, a las tres menciones anteriores, la jovencísima Ruti Aga (veintidós) se presenta en la línea de salida de su tercer maratón. Abandonó en su estreno, en enero en Osaka, y fue segunda en abril en Viena (2h25:27). Su inexperiencia se plantea como una incógnita muy complicada de despejar, dada especialmente la presencia de contendientes del empaque de Kebede o Dibaba. Quizá la alternativa, quizá la sorpresa, o quizá mera comparsa. Difícil de predecir.

En situación similar, la única representante de Kenia en el cartel, la prolífica Janet Jelagat Rono. Residente en México, Rono presenta la credencial de una trayectoria impecable, pero, eso sí, en maratones de entidad menor (victorias en Colonia, Liubliana, Recife, Hong Kong, Panamá, Mazatlán…; segundos lugares en Dongying, Ciudad de México, Culiacán o Ciudad Juárez; tercera en Valencia; cuarta en Praga y Seúl…). Su única presencia en Majors, su quinto lugar en Tokio, en 2014, logrando la que continúa siendo su mejor marca personal (2h26:03). En teoría, lejos de lo necesario para vencer en Berlín.

Cerrando la participación internacional, la joven Reia Iwade representa la tradición japonesa en suelo berlinés, donde ya hubo seis victorias niponas consecutivas entre 2000 y 2005. Será su cuarto maratón (el primero fuera de su país). En marzo, lograba en el Nagoya Women’s Marathon su marca personal (2h24:38).

La también japonesa Risa Takenaka (2h28:09), la británica Charlotte Purdue (2h32:48), la australiana Cassie Fien (2h33:36), y las locales Mona Stockhecke (2h33:43) y Katharina Heinig (2h33:56), completan el elenco.

A priori, podría considerarse la carrera femenina como una de las más flojas de los últimos años. Sin embargo, aunque la participación etíope diste de cualquier tipo de espectacularidad, y siendo probable que los tiempos no resulten de una especial notoriedad (a la espera de conocer las intenciones de salida), podría resultar una carrera de enorme emoción, dadas las circunstancias. Ante la complicada previsión, es preferible mantenerse ajeno a cualquier tipo de pronóstico.

Sobre el papel, es evidente que la posibilidad de un nuevo récord mundial, hablando de la carrera masculina, se esfuma. Como base principal, la proximidad temporal de los Juegos Olímpicos (Kipchoge y, quizá, Biwott mediante; en especial el primero). Sin embargo, resulta complicado obviar el extremo encanto que desprende un maratón que ha demostrado, principalmente, dos factores diferenciales con respecto a todos los demás. En primer lugar, una organización y planificación que roza la excelencia año a año desde hace ya muchos, con configuraciones de carrera perfectamente ideadas, incluyendo contratación de ‘liebres’ de soberbia y contrastada calidad -factor clave, sin lugar a dudas- y con, quizá, lo que pudiera resultar más elemental, básico: sin la pretenciosidad de otras citas.

Y en segundo lugar, una rapidez sublime, marca de la casa, sello de identidad, y materia prima invariable, imperturbable e inimitable. Un circuito, simplemente, sensacional. Tan claro, tan meridiano. Con estos elementos, y a escasas horas de situarnos sobre la línea de salida del circuito maratoniano otoñal, siempre emotivo y siempre vibrante, ¿quién osa apuntarse a negar que la batalla continúa?

Scroll al inicio