NOTICIAS

El día en el que cayó un récord perpetuo

El atletismo es así. Posee esa abstracta capacidad de mantener un récord inalterable durante lustros, y que nadie sea capaz siquiera de acercarse a él, de dignarse a atacarlo, de presentar la más mínima batalla contra esa altura, esa marca. Sin embargo un día, un atleta, en el cenit de su plenitud física y psicológica, en un estado de forma tan brillante que podría compararse al fantasioso momento en el que parece que los planetas se alinean para proporcionarle sus más elevadas cualidades, consigue destronar (parcialmente, eso sí) al rey absoluto de una disciplina que venía huérfana de mitos desde que dicho rey anunciara su retirada definitiva de la competición hace casi quince años.

El pasado sábado, 15 de febrero, la ciudad ucraniana de Donetsk vestía sus mejores galas. La leyenda contemplaba desde el palco de honor cómo su más digno sucesor le desposeía de la virtud de los libros de récords. El infalible Sergey Bubka, el más brillante pertiguista que haya parido la historia del atletismo, era derrocado como recórdman mundial bajo techo. Su mejor marca indoor, 6 metros y 15 centímetros, lograda el 21 de febrero de 1993 en la propia Donetsk, era superada en un centímetro por un francés nacido el 18 de septiembre de 1986 (cuando Bubka ya había sido campeón mundial al aire libre y en pista cubierta).

Renaud Lavillenie se convertía en el hombre que más alto haya saltado en la historia, ya sea bajo techo o al aire libre.

El concurso comenzaba con la tentativa de Renaud sobre 5.76m. Superaba esa primera altura con facilidad, al primer intento. Hacía lo propio con los 5.91m. A la primera y sin aparentes fisuras. Sobre 6.01m, Lavillenie sufría más. Al tercer intento, conseguía igualar la que era en ese momento su cuarta mejor marca de siempre.

Y a partir de ese momento, Lavillenie se lanzaba a buscar lo que ya había intentado varias veces durante este invierno. El 6.15m de Bubka, aunque tímidamente, ha parecido temblar durante este último mes. Y es que a finales de enero, Renaud ya batía el récord francés en Rouen, con 6.04m. Seis días después en Polonia conseguía el 6.08m que ha sido hasta este fin de semana la mejor marca histórica no conseguida por Bubka. Y en sus intentos sobre el récord, al igual que en sus plusmarcas, dejaba entrever que tenía margen para atacar el registro del genial saltador de Lugansk. Hablamos siempre de marcas indoor.

Hasta que el sábado, tras saltar a la tercera 6.01m, Renaud se ponía manos a la obra. Era su momento. El momento de convertirse en el mejor pertiguista de la historia bajo techo.

Renaud resoplaba, mirada al infinito. Mostraba una tensión y una concentración que, quizá de forma sibilina, reflejaban la incertidumbre y la ansiedad de quien contempla ante sí la oportunidad de reafirmar su grandeza. Bubka no podía, aparentemente, ocultar su incomodidad ante el momento con constantes gesticulaciones, paliques e hilaridades, propias del que es sabedor de que se le acaba el tiempo, como si quisiera no darse cuenta de que podían ser sus últimos segundos como plusmarquista mundial en pista cubierta. Quizá, nadie como Bubka sabía de la importancia de este preciso instante.

Lavillenie apretaba el puño, automotivándose, más aún de lo que su país empuja siempre cuando él vuela. El pabellón mezclaba la impaciencia y la curiosidad con el desasosiego ante la posibilidad de que su ídolo cayera como plusmarquista indoor. Pértiga al cielo, último resuello, y carrera decidida sobre la dichosa y tan polémica tarima flotante. La batida se antoja perfecta, y en cuanto Renaud enfila el listón, la locura. Sabe que lo ha conseguido. Y a la primera. De antología. Récord mundial de pértiga en pista cubierta. 6 metros y 16 centímetros:

La reacción de Lavillenie no dejaba lugar a dudas. Su incredulidad se reflejaba en el acto de llevarse las manos directas a su cabeza, apenas tras sobrepasar el listón. Como si gritase a viva voz, a todo el pabellón, «no puede ser, no me lo puedo creer», y no poder apenas actuar de otra manera durante los siguientes minutos.

Para la curiosidad, quedó el cuasi-insólito vuelo del campeón francés sobre 6.21m, en un frustrado intento ajeno ya a la presión, permitiéndose incluso el lujo de sonreír antes de saltar, como si la cosa no fuera con él, ante una altura que, tratándose de una auténtica salvajada, pudiera no situarse excesivamente lejos de la capacidad del pequeño galo de 27 años. Tras ser violentamente escupido por la pértiga lejos de la colchoneta, Lavillenie se lastimaba el pie derecho. Si bien ciertas informaciones confirmaban que tuvo que recibir varios puntos de sutura por un corte tras este intento, otras aseguraban que la herida se durante el salto sobre 6.16m. Sea como fuere, se confirmaba el peor presagio posible tras la brillante gesta: no estará en los Campeonatos de Francia en Pista Cubierta, y tampoco acudirá a los Campeonatos Mundiales bajo techo que se disputarán en la localidad polaca de Sopot del 7 al 9 de marzo. Su baja, unida a la del campeón mundial Raphael Holzdeppe, y a la del vigente subcampeón europeo Björn Otto, dejan ciertamente mermada una competición en la que casi con total seguridad la victoria se dilucidará con un salto claramente por debajo de los seis metros.

Volviendo al acontecimiento en sí, y tras la grandeza del mismo, no puede obviarse la reacción del gran campeón ucraniano. Las cámaras mostraban a un Bubka sonriente, siendo el primero en darse prisa para acercarse a quien le había arrebatado parte de su hazaña, que no de su grandeza. Quién sabe si por mera galantería o por sincera elegancia. Considerando su rostro el espejo de sus sentimientos, no somos quién para no abogar por la franqueza y naturalidad de Bubka.

Durante ciertos -eternos- segundos, Lavillenie celebraba consigo mismo e intentaba comprender mínimamente la magnitud de lo que acababa de conseguir, incapaz aún así de dejar de llevarse las manos a la cabeza ante tamaña hombrada. Huelga decir que resulta esencial quedarse con la imagen de ambos. Uno, Bubka, admitiendo que su récord podía no ser eterno. Otro, Lavillenie, preparado para asumir el nuevo imperio del que se hace acreedor, por derecho propio. Aún así, no deja de ser prácticamente imposible dinamitar la magnitud de un pertiguista que sigue ostentando en su inabarcable haber los nueve mejores registros históricos al aire libre, y siete de las diez mejores marcas bajo techo, habiéndose colgado al cuello el oro hasta en diez ocasiones en Campeonatos Mundiales (seis de ellas al aire libre). Su ya tradicional e histótico reinado en la especialidad no corre peligro. Y de momento, no lo correrá, a tenor de la apoteósica trayectoria que Bubka cosechó a lo largo de sus casi veinte años en activo. Por un lado, las marcas, los registros. Por otro, exagerando pero casi equidistante, los éxitos globales, las trayectorias a nivel absoluto, la carrera de un atleta valorada con la perspectiva del tiempo y del espacio.

Sin embargo, es muy posible que el mundo del atletismo tarde en tomar conciencia de la trascendencia tan inmensa que destila el récord de Lavillenie. Quizá no sea sino pasado un tiempo prudencial cuando se racionalice la importancia de lo que acaba de conseguir el más talentoso pertiguista de lo que llevamos de siglo, sin duda el más capaz de su generación (y posiblemente de la tan admirada escuela francesa), y ya por méritos propios uno de los más talentosos de la historia.

Ahora, tras hacerse con el trono bajo techo, sólo queda que Lavillenie reafirme y ratifique su eternidad con un vuelo que inmortalice su inmenso talento al aire libre. No ya «perpetuar», porque ni siquiera el ‘dios’ Bubka pudo conseguirlo. «6.20m es posible», decía el ucraniano el sábado. Y quizá no haya dudas: si alguien lo consigue, será Lavillenie.

Scroll al inicio