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Brother Colm

Si os dijéramos que hace 37 años un irlandés viajaba a Kenia contratado como profesor de Geografía, seguramente pensaríais que esta historia no tiene nada que ver con el atletismo. Si os decimos que hoy en día este irlandés es una de las personas que, sin ninguna duda, más sabe de atletismo del mundo, la cosa cambia. Y mucho.

En julio de 1976, un misionero irlandés de nombre Colm O’Connell«Brother Colm», abandonaba su Mallow natal para enrolarse en una aventura de tres meses como profesor en la St. Patrick’s High School, un instituto de enseñanza secundaria de la localidad de Iten (distrito de Eldoret, Kenia)  en la que impartiría sus clases de Geografía. Peter Foster, profesor inglés, hermano del fondista Brendan Foster, le introdujo el atletismo en la sangre, un deporte del que O’Connell no sabía absolutamente nada. «Escuchamos por la BBC la retransmisión de la final de 10.000 metros de los JJOO de Montreal ’76, aquella final en la que Brendan quedó tercero… y me empezó a picar la curiosidad. Peter me introdujo en el programa de formación que se estaba llevando a cabo con los chicos, y un año después, cuando Peter volvió a Inglaterra, yo me quedé al mando». Automáticamente, se convirtió en el principal entrenador de la escuela.

A partir de entonces, la magia comenzó a brotar a raudales de la St. Patrick’s School. Si hay un lugar en el planeta en el que haya una concentración de talento tan descomunal por metro cuadrado, ese lugar es, sin ningún género de dudas, el Valle del Rift, en Kenia.

El primer gran éxito, el oro de Peter Rono en la prueba reina del atletismo, los 1.500 metros, durante los Juegos Olímpicos de Seúl ’88, por delante de auténticos mitos como el mismísimo Steve Cram, recórdman mundial en su momento y uno de los grandes dominadores del mediofondo durante la década, o el americano Steve Scott, el hombre que más veces bajó de la barrera de los 4 minutos en la milla.

El elenco de atletas que surgieron de sus manos ha sido extensísimo: los obstaculistas Matthew Birir (oro en Barcelona ’92), Wilson Boit Kipketer (campeón del mundo en Atenas ’97 y recórdman mundial) y Brimin Kipruto (campeón olímpico en Pekín ’08 y plata en Atenas ’04, así como triple medallista en Campeonatos del Mundo), las fondistas Vivian Cheruiyot (doble medallista en Londres ’12, y cuatro veces consiguiendo presea en Campeonatos Mundiales), y Linet Masai (dos veces medallista en Mundiales y cinco en Campeonatos del Mundo de Cross), las extraordinarias maratonianas Edna KiplagatFlorence Kiplagat y Mary Keitany, y en especial, dos mediofondistas. Durante la década de los 90, y primer lustro de la década siguiente, el posteriormente nacionalizado danés, que batiera tres veces en un mes y medio el récord mundial de 800 metros, el magnífico Wilson Kipketer (tres veces consecutivas campeón mundial al aire libre, y dos veces medallista olímpico, plata en Sydney ’00, bronce en Atenas ’04). Y sobre todo, una figura que ha emergido en los últimos años como uno de los atletas más prodigiosos y asombrosos de la historia del atletismo mundial.

Hablamos, cómo no, de uno de los elegidos, de uno de los atletas técnicamente más exquisitos que hayamos conocido, pero con una potencia y una fuerza descomunales. Hablamos del gran David Lekuta Rudisha, campeón del mundo en Daegu ’11, y campeón olímpico en Londres ’12, por tres veces recórdman mundial de 800 metros. El único hombre en la historia capaz de bajar de 1 minuto y 41 segundos (1:40.91). Y para muchos, el único capaz de correr en menos de 100 segundos una de las distancias más complicadas que existen en el atletismo.

«Él sabe perfectamente lo que se requiere para ser un atleta de éxito: entreno y trabajo duro para dar el máximo. Por un lado, un carácter y una personalidad muy fuertes. Por otro, un tremendo talento para el atletismo. Son cualidades que tiene desde el inicio. Él ha sido la persona clave para mi, para trabajar con él. Ha sido la persona ideal».

O’Connell siempre ha basado el éxito de su trabajo en haber comprendido los fundamentos del trabajo duro, y la sencillez de la vida en Kenia. Para él, lo más importante es proporcionar a los jóvenes «una formación global, no sólo un entrenamiento deportivo. Al quedarme en Kenia, la idea era educar a los chicos en su carácter, en los valores de su vida y en su conducta, mediante el deporte. Creo que el deporte puede ser muchas veces más eficaz que la propia educación académica».

No deja de ser curioso su conocido «desinterés» por viajar a las competiciones con sus atletas. Nunca ha acudido a unos Juegos Olímpicos, ni ha estado presente en un Campeonato del Mundo, o en Mundial de Cross. «No lo considero una prioridad», confiesa Colm, «nunca he viajado con ellos. Cuando llega el momento, ellos saben perfectamente qué deben hacer, no necesitan que yo viaje con ellos».

Y en cuanto a su método, de nuevo, brillantez y clarividencia de ideas: «Lo más importante para mi es escuchar a los atletas. Quiero saber cómo se encuentran, qué sienten, qué quieren hacer y cómo están más cómodos. Desde ese punto, progresamos. En realidad, no soy yo quien los entrena. Son ellos los que me entrenan a mi».

Y tras más de 37 años como una de las cabezas visibles de la que es la meca del atletismo mundial, Colm, ya retirado de la enseñanza desde 1994, continúa guiando las carreras de muchos de los atletas más talentosos de Kenya. Ya no se siente irlandés. Ya no se siente europeo. Hace tiempo que se siente un keniano más.

«Llegué para quedarme durante tres meses. Y llevo aquí casi 40 años. Pertenezco a Kenia. Soy parte de ella. Así quiero que sea. Estos atletas son los hijos de Kenia. Y también los siento como míos».

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