Hoy nos hacemos una pregunta muy directa para terminar la semana, y muy acorde a la vez con los tiempos que vivimos.
El mal estado de la economía y su consecuencia en el estado de la población, del trabajo, de la sociedad, tienen también su reflejo evidente en el mundo del deporte. El atletismo, por tanto, no es menos. Mes a mes, año a año, vemos cómo los patrocinios privados desaparecen, cómo las ayudas estatales se reducen hasta puntos insostenibles por parte del atleta, y sobre todo, vemos cómo el atletismo popular gana terreno frente al atletismo profesional o élite.
La reflexión que os intento transmitir en este artículo nace del encuentro casual con un fantástico vídeo, hará unos días:
Tremendo, ¿verdad? Se trata de la Milla de la Quinta Avenida, disputada en Nueva York, el 14 de octubre de 1986 (el pasado lunes se cumplían 27 años de la carrera), en la que el toledano José Luis González vencía con un imponente final al mediofondista neozelandés John Walker (Campeón Olímpico de 1.500m en Montreal '76) y al alcedano José Manuel Abascal, brillante bronce en Los Ángeles '84.
Pues bien, tras disfrutar con el vídeo, me venían a la cabeza unas palabras del magnífico Pedro Nimo, maratoniano gallego que representa como nadie la unión perfecta entre el atletismo élite y el running popular. En una entrevista en un medio digital, tras una cuestión relacionada con el estado actual de nuestro deporte, Nimo aludía a la necesidad de que el atletismo de élite, el atleta profesional, se acercara al gran público. Si bien es cierto que en las décadas anteriores el atletismo tuvo una difusión ciertamente importante, a través de todo tipo de medios, en base a multitud de pruebas, mítines y reuniones atléticas, tras los acontecimientos económicos acaecidos durante los últimos tiempos, tanto a nivel mundial como a nivel estatal, ha pasado a ocupar un discretísimo plano tanto por la ausencia de competiciones como por la escasa relevancia de las mismas. Obviamente, el desolador panorama económico ha contribuido a la causa.
La reflexión está servida. En estos términos, es evidente una afirmación: el sustento actual del atletismo de élite es el atletismo popular, es el fenómeno del running entre la masa, es la moda (porque no deja de ser una moda, pasajera o no) de calzarse unas zapatillas, de colgarse un dorsal y de preparar pruebas de diversa índole. Esa es la realidad actual. De hecho, un punto significativo de esta reflexión radica en el desconocimiento absoluto por parte de un grandísimo sector de runners aficionados de lo que acontece en el panorama profesional, ajenos totalmente a marcas, competiciones, récords o duelos. Simplemente, correr. Pero sin ningún tipo de querencia ni interés por la base de su actividad, que no deja de ser un derivado del 'compuesto base', que es el atletismo de élite. A poco que indaguemos, nos daremos cuenta de que prácticamente ningún corredor popular nos dirá que se ha inscrito a una carrera porque ansiaba contemplar de cerca la fastuosidad de su ídolo, tal o cual atleta, muy poquitos acertarán a marcar en un calendario la siguiente gran cita del atletismo mundial o europeo, y los más iniciados serían capaces de recitar los récords del mundo de 5.000m, 10.000m y maratón, por poner tres ejemplos bien conectados. Todo ello, teniendo en cuenta que cualquier aficionado de nivel medio al fútbol, por hablar del deporte mediático (y único, por acoso y derribo) por excelencia en España, recita de 'carrerilla' la alineación de su equipo favorito o se convierte en cronista a tiempo parcial en tertulias de cafetería de cualquier ciudad o pueblo.
No se me ofendan. No hablo del runner medio como un 'ignorante atlético'. De hecho, considero al atletismo un deporte en el que, cuando alguien sabe, sabe de verdad. Conozco multitud de ejemplos y de personas. Hablo de una más que palpable y explícita, por dejadez de una parte, y por ausencia de encanto de la otra como consecuencia lógica, falta de interés.
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BUPA Great North Run, Newcastle 2013, acercando la élite a la calle: Mohamed Farah, Kenenisa Bekele y Haile Gebrselassie |
El resultado de esa falta de apego y predilección por parte del 'hermano pequeño' (que se está comiendo al 'mayor') del atletismo profesional tiene consecuencias lógicas y devastadoras: imposibilidad de celebración de competiciones y desaparición de las mismas, falta de apoyos para retransmisión, falta de continuidad en noticias, ajeneidad por parte de medios, miedo absoluto (por todo ello) a buscar la inversión... Si a eso le añadimos el problema endémico del dopaje (una realidad que tendría filón aparte, pero que no deja de ser representativo de la manera en la que en el atletismo se hacen las cosas, véase el caso de nuestro país - cuando escribimos estas líneas, el señor Odriozola marcaba a Marta Domínguez, "por historial", como "la mejor atleta española de la historia". Parece que su implicación en la Operación Galgo y su relación con Fuentes no existen para Odriozola. Sin comentarios), junto con el cierre del grifo por parte de Estado, Comunidades Autónomas, gobiernos locales, etc., ¿qué nos queda? Pues nos queda un panorama absolutamente yermo y desolador.
Citando a Nimo, y aquí viene una parte importante de la exposición, "¿por qué no un 60m con Usain Bolt en la Plaza Mayor de Salamanca? ¿Por qué no un concurso de salto de pértiga con la gran Isinbáyeva en la Plaza del Obradoiro?".
Con medios más que discretos (por simplificar, un par de cámaras, una moto, y una avenida cortada al tráfico) hemos observado en el vídeo una verdadera maravilla: una competición de altísimo nivel, con atletas internacionales, entre la élite de la élite en ese momento, accesibles y al alcance de la mano para el público, disputando una carrera corta, una milla, en este caso, en una de las avenidas principales de una enorme ciudad. ¿Por qué eso no es posible hoy en día? A nivel nacional, sigue realizándose, pero no nos engañemos, con escasísima difusión y sin apenas trascendencia fuera de los círculos más iniciados, aparte de que la distancia nunca ha sido especialmente prolija, a nivel de competiciones, y ya no digamos en la pista, en nuestro país.
Y todo ello, con la secuela de que el atleta profesional comienza con ello a ver agotadas sus posibilidades de crecimiento y de evolución, perdiendo capacidad para gestionar su carrera deportiva sin sacrificar buena parte de su tiempo en un empleo estándar, que le proporcione sustento, con la lógica afectación, por ende, a su rendimiento. Si a ello le añadimos que el fenómeno se convierte en ejemplo perfecto de círculo vicioso, la situación toma un cariz casi dramático ("si no hay resultados, no hay apoyo, ni becas, ni ayudas... y si no hay apoyo, ni becas, ni ayudas, no hay resultados").
Y según avanza el texto, hay un hecho que el que os escribe tiene cada vez más claro: la mejor manera de que el atletismo de élite pueda recuperar una buena parte de la esencia perdida (o al menos, visualizar y encarar el camino correcto) es acercarse claramente a la sociedad, evitar esa separación que supone el concepto "élite" del concepto "popular", y apoyarse en el eslogan de que el atletismo tiene que acercarse a la calle. La manera de ser gestionado correctamente, el camino a seguir, ha sido claramente marcado en los últimos años por parte, por ejemplo, de los grandes maratones a nivel mundial: una gestión privada, a la vez que importantes patrocinios a los que atraer y, potencialmente, poder atraer, y profesionales cualificados dedicados a trabajar con el objetivo unánime de defender y vender una imagen del atletismo muy cercana al gran público, explotando una imagen que pueda conseguir hacerse rentable (que puede perfectamente serlo).
Solamente será en ese momento cuando el atleta popular comience a mostrar interés por el mundo que le rodea, en el que está inmerso, y en el que, sin saberlo, tiene espejos en los que mirarse, mil maneras de aprender e infinitos momentos de los que disfrutar, pudiendo convertirse esa intrínseca asociación en un pilar de base para la construcción de un atletismo sólido y con cimientos bien asentados desde su origen, que permitan que la difusión de este deporte se acerque de nuevo a lo que era antaño, aprovechando el impulso que el running popular brinda hoy en día, y propiciando una alianza de mutua ayuda, hermandad y éxito.
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