Batacazo Olímpico


Con el post de hoy no recordamos ninguna historia. No contamos ninguna curiosidad sobre atletismo. Tampoco hablamos de carreras o campeonatos recientes. Ni tampoco hablamos sobre material. El tema que hoy nos ocupa nos tiñe, de nuevo, de tristeza, ante el negrísimo panorama que se avecina en los próximos años para aquellos deportes típicamente olímpicos, como el atletismo, que tenían con la elección de Madrid como sede olímpica para el año 2020 un hilo de esperanza para, quizás, remontar el vuelo.
Tras el 'batacazo' que supuso la no elección de nuestra capital para albergar los Juegos de 2012 y 2016, Madrid se empeñaba en conseguir el reto que se había propuesto años atrás. Sin embargo, este pasado sábado, 7 de septiembre de 2013, la votación en Buenos Aires dejaba a Tokyo y Estambul como las dos únicas candidatas finales, siendo la capital del país del este asiático la gran triunfadora. En la primera criba, Madrid empataba con la urbe otomana, y en el desempate entre ambas, acabaría quedando descartada.
Las razones, entendemos que, quizá sin ser muchas (o no), sí que eran de peso.

Teóricamente, la candidatura de Madrid se fundamentaba en dos pilares básicos. En primer lugar, el hecho de que las infraestructuras necesarias están construidas, casi en su totalidad, hecho que, finalmente, no tuvo ningún valor. La presentación en sí fue quizá la mejor de las tres, y la candidatura, basada en datos, seguramente la mejor valorada a priori. El segundo punto que se pretendía llevar como bandera, la austeridad. Lo mismo, o más, pero con menos. Por un lado, como hemos dicho, el Comité Olímpico Internacional valoraba a Madrid como, en principio, la mejor de las tres candidatas. De hecho, en un gesto típicamente español, muy nuestro, se la daba como la gran favorita en todos los medios y encuestas. Ese exceso de confianza u optimismo ha elevado aún más el disgusto, si cabe, debido a las mayúsculas dimensiones de la decepción. Por otro, asuntos tan turbios como los recurrentes escándalos de dopaje ("Operación Puerto" y "Operación Galgo") de los últimos años, con incluso bolsas de sangre aún sin identificar, y la crisis política, institucional y económica por la que pasa nuestro país y nuestro sistema se convertían en losas demasiado pesadas. La incapacidad de Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico Español y de la candidatura, para explicar ante los periodistas varios puntos relacionados con el tema del dopaje dejaban además una seria sombra de sospecha y opacidad sobre ello. Y en cuanto al tema económico, el COI ha dejado claro que no le interesa la búsqueda de un olimpismo austero y sencillo. Lo esplendoroso de Estambul y, sobre todo, la potencia monetaria de Tokyo pasaron por encima de las aspiraciones españolas. Entendemos que, a nivel de confianza, el máximo organismo olímpico tampoco las tenía todas consigo ante un país que se encuentra en una situación muy complicada, por no decir dramática. Otras voces apuntan la conveniencia de buscar una ciudad no europea. De hecho, como ya sabemos, Tokyo será la anfitriona dentro de 7 años. La razón que se esgrime desde diferentes mentideros es que se pretende que, en 2024, la sede sí que sea un país europeo, una gran capital, fuerte económicamente. Los rumores podrían apuntar a Roma o a París (que en 2024, precisamente, celebraría el centenario de sus Juegos de 1924).

Y deportivamente, la verdad es que la decisión supone un verdadero jarro de agua fría. En un momento de verdadera dureza económica, en el que muchos deportes se han visto lastrados por pavorosos recortes, la posibilidad de albergar unos JJOO suponía, al menos, una tímida inyección de moralina y un elemento conciliador para el largo plazo, a razón de un futuro de mayor recorrido y más esperanzador, cosa que nunca viene mal, dadas las circunstancias actuales. Deportes como el atletismo, que se convierten en un total acto de fe en muchas ocasiones por parte de los deportistas, se ven abocados con ello a una des-profesionalización en todos los ámbitos, casi absoluta. No hay que olvidar que muchos de ellos tienen que bregar con un trabajo común, como el resto de nosotros, de 8 o 10 horas diarias, para poder mantenerse económicamente, porque las becas y ayudas que reciben por parte de las Administraciones o de sus federaciones (ya sean estatales, autonómicas o locales) no son suficientes. Un atleta de élite, para poder serlo y mantenerse al nivel de los grandes especialistas mundiales, necesita un exigente ritmo de trabajo diario de entrenamiento, sin olvidar las horas de descanso necesarias que debe brindar a su maltrecho cuerpo para que esa carga pueda ser convenientemente asimilada. Por supuesto, una gran marca tiene que confiar plenamente en él, y abastecerlo del material deportivo necesario, que supondría un esfuerzo económico insostenible si dependiera del propio atleta. Si, además de eso, tiene que rendir 8 horas en un trabajo para ganar unos honorarios que le permitan subsistir sin precariedades, con todo lo que eso conlleva, ¿cómo podemos exigirle que obtenga unos resultados suficientes para equipararse o derrotar a los mejores del mundo de su disciplina, que, al contrario, sí que pueden estar centrados cien por cien en su deporte? La respuesta es sencilla: es imposible. Muchas son las voces que exigen, para ello, resultados. Pues, de nuevo, es bien simple: si no hay dinero y no hay ayudas, no hay resultados, por mucho talento que el atleta tenga de por sí. La pescadilla que se muerde la cola. Si Madrid hubiera sido elegida, el hilo de esperanza en ese sentido se hubiera ensanchado y se hubiera multiplicado exponencialmente. No hablamos de que hubiera sido un éxito total. Eso nunca lo sabremos. Pero lo que está claro es que, sin ello, el resquicio se cierra casi por completo, y la oscuridad se cierne sobre los cielos del deporte español, y del atletismo en particular.

Y es que, si el atletismo se encuentra, a nivel general, en una encrucijada lastimera, pendiente de que fenómenos que trasciendan el deporte, como Bolt o Isinbáyeva, por poner dos palpables ejemplos, sean el pilar para que todos los demás puedan seguir subsistiendo de ello, partimos de la base de que la situación es más preocupante de lo que parece. ¿Por qué? Pues porque en España ese talento que consigue sobrepasar los límites del deporte en sí no existe en la actualidad, salvo en casos realmente aislados que aún no han roto el cascarón. Medallistas olímpicos, mundialistas o europeos viven por debajo del umbral lógico y necesario en lo que a ayudas económicas se refiere. Y de esa manera, es prácticamente imposible que se puedan exigir resultados, si la dedicación no puede ser, por tanto, total y absoluta, entendiendo además la tranquilidad mental que ello conlleva. Por no hablar ya de deportes aún más minoritarios, o que requieren un esfuerzo de entrenamiento y una dedicación aún más exigentes.

Madrid 2020 podía ser el principio de la esperanza para que esa situación pudiera convertirse en residual. La hecatombe, en cuanto, sobre todo, a la manera estrepitosa de quedarse fuera de la lucha (es el peor resultado obtenido por Madrid en cuanto a votos en las tres veces que se ha presentado) no hace más que plantear una duda perenne sobre deportes como el nuestro.
Otra cuestión ya son las palabras de la marroquí Nawal El Moutawakel, otrora campeona olímpica de 400 metros vallas en Los Ángeles '84 y actualmente miembro del COI con derecho a voto: "Creemos que España debe invertir sus recursos económicos en materias más importantes que los JJOO". En esto, sí que le damos plenamente la razón, aunque ese sea otro debate.


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